Por Carlos Samayoa, Coordinador de Ciudades Sustentables en Greenpeace México.

La primera vez que escuché esa consigna fue cuando estaba en el kínder. Abrir la llave era para mí no menos que magia y encanto de ver el líquido cristalino salir de ese tubo de metal. Después de pintar con acuarelas, la maestra nos ponía a lavarnos las manos y nos decía que había que cerrar la llave al enjabonarnos porque el agua del mundo podría acabarse. ¡Pero maestra, mis papás me llevaron al mar y hay muchísima! Y desde ahí conocí el “sí, pero…” Recuerdo que en la tele repetían mucho un anuncio de un niño gordito que miraba a cámara blandiendo su dedo en gesto de advertencia y decía “¡Ciérrale, te la estás acabando!”.

Crecí temeroso de la idea de que el agua del mundo pueda acabarse y tenía sentido la necesidad de cerrar la llave para evitar su desperdicio. En mi paso por la primaria, me cautivó también aprender el ciclo del agua viendo láminas con dibujos de un paisaje idílico dentro del que me gustaba imaginarme. Unas nubes lluviosas coronaban un majestuoso valle verde cubierto por un lago que se extendía hasta el pie de una inmensa montaña de cúspide nevada. El agua se evapora, se precipita y se almacena gracias a la estabilidad de la temperatura ambiente. “Dependemos de este ciclo para existir”, dijo mi maestra de ese entonces. Lo que aún no era muy difundido en esos días era que el funcionamiento adecuado de ese ciclo ya peligraba.

Cuando pasé a la secundaria se escuchaba mucho la palabra “globalización”. El profesor de biología, un cincuentón alto y caricaturesco, parecía saber todo de todo y siempre nos contaba historias para ampliar nuestro mundo, buena táctica para hacer regresar las mentes a nuestros cuerpos recién madrugados. Nos decía que los efectos de la globalización iban a traer consecuencias serias para el medio ambiente si no se protegían los ecosistemas y sus funciones. “Si se construyen esos fraccionamientos sobre la zona de humedales de la ciudad, estamos fritos porque el agua no va a poder infiltrase al acuífero y va a escasear aún más”, nos dijo. Más tarde supe que el problema de nuestra ciudad se replicaba en muchas otras.

Cuando estaba por terminar la preparatoria, ya había escuchado formalmente el término “calentamiento global”. El profesor de inglés nos pidió escribir sobre el documental Una verdad inconveniente en el que Al Gore habla sobre cómo el exceso de emisiones de gases de efecto invernadero lanzadas al aire por industrias bajo la anuencia de los gobiernos, hace peligrar fuertemente la posibilidad de la continuidad de la vida en el planeta tal como la conocemos.

Me impactó mucho ver el inminente aumento del nivel del mar, el peligro que millones de personas corren ante las consecuentes inundaciones en todo el mundo, las mega tormentas, las mega sequías, pero a la vez me dio la esperanza de que podemos involucrarnos para evitar ese futuro desolador.

Mis inquietudes de la adolescencia se condensaron en la idea de que habían muchas injusticias por resolver en todos lados y decidí estudiar Derecho con el sueño de poder aportar algo. En mi paso por la universidad fue un día de celebración cuando la Asamblea General de la ONU reconoció el derecho humano al agua y al saneamiento, después de largas luchas ciudadanas en todo el mundo, muchas impulsadas por millones de personas que carecen de un acceso regular al agua y que sufren los efectos del cambio climático. Reconocer ese derecho fue un avance muy importante para dejar de considerar al agua como una mercancía disponible sólo para el mejor postor.

Actualmente, en Greenpeace trabajamos para que derechos humanos como el acceso al agua o a un medio ambiente sano pasen del papel a ser una realidad para las personas. Aquí me di cuenta que cada historia contada por mis maestras y maestros era una valiosa pieza de la verdad sobre la relación que existe entre el agua y lo que ahora es la emergencia climática que enfrentamos.

El agua no llega sola, y por eso buscamos que además de cerrar la llave, la gente hable de este tema en sus conversaciones, que se organicen en sus barrios y colonias, que se sumen a nuestras exigencias para que los gobiernos mejoren sus acciones para proteger los ecosistemas urbanos y reduzcan su huella de carbono al gestionar el agua.

Si te interesa conocer más detalles sobre la relación entre agua y el cambio climático, mira esta mini serie que preparamos para ti: