Vivimos tiempos en que nos han enseñado que tener, poseer, te hace ser mejor y te acerca más a la felicidad. Y entre más cantidad y más nuevo, mejor. Basta ver los comerciales de la temporada navideña en cualquier parte del mundo, para darse cuenta de que la felicidad está asociada a las tiendas, los regalos y los objetos, no a las personas, las relaciones y las experiencias.

Es por ello que este es un buen momento para reflexionar sobre el tema. ¿Cuántas veces has oído que no hay mejor medicina para la depresión que irte de compras? ¿Cuántas personas conoces que viven tristes, inseguras o frustradas porque no tienen un auto, ropa de marca o “algo” que lo haga interesante a la vista de los demás? ¿Cuántos de nosotros acumulamos cosas que no usamos o cambiamos nuestro teléfono móvil que funciona perfectamente solo porque salió uno más bonito, o incluso nuestro guardarropa completo "porque ya pasó de moda"?

Pues esta idea del bienestar asociado a las compras no es parte de nuestra naturaleza humana. Más bien, es producto de un modelo socioeconómico que nos crea necesidades para llevarnos al consumismo generando consecuencias negativas en lo económico, lo social y lo ambiental: crisis financieras, desigualdad y sobreexplotación de recursos, solo por mencionar algunas. Eso por no hablar de la frustración que genera a muchos el "no tener".

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¿Consumo o consumismo?

Es cierto: todos somos consumidores. Todos tenemos necesidades básicas que satisfacer, como el alimento o la vestimenta por mencionar las más elementales. También es cierto que cubrirlas es un derecho que conlleva la compra o adquisición de bienes o servicios, es decir, que nos obliga a consumir.

Sin embargo, el consumo no es lo mismo que el consumismo que, como señala la Real Academia de la Lengua Española, implica una “tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios”.

El llamado es muy simple: si no lo necesitas no lo compres. Piensa que detrás de cada producto hay un ciclo que va desde la explotación de recursos y materias primas, pasando por procesos de producción y distribución que genera contaminación y emisiones, hasta el problema que implica el manejo de la basura.

Y si te preguntas "¿y eso por qué tendría que importarme?", la respuesta es también muy simple: solo tenemos un planeta Tierra y nos estamos acabando sus recursos. Si no moderamos nuestro consumismo lo seguiremos devastando y contaminando. ¿Quieres otra razón? La felicidad no se compra.

Preguntas para bajarle al consumismo

¿Lo necesito o solo lo deseo?

¿Tengo algo similar a lo que pueda darle el mismo uso?

¿Cuántas veces lo he usado en el último mes o cuántas veces proyecto usarlo?

¿Lo puedo sustituir por algo que me dé el mismo servicio?

Si te preocupa la sostenibilidad del planeta: ¿de dónde viene? ¿cuántos recursos implica producirlo?

Si finalmente tienes que comprar, no olvides: consume menos, consume local y agota la vida útil de cada producto.