Al llegar al fondo del mar, el biólogo argentino Martín Brogger esperaba encontrarse con variedades de especies marinas, campos de esponjas o arrecifes de coral. Sin embargo, en la expedición que realizó en el barco Esperanza junto a Greenpeace Argentina hacia el Agujero Azul del Atlántico Sur, fueron testigos de la devastación del suelo marino.

En lugar de un ecosistema completo como el que habían imaginado, las cámaras mostraron suelos desérticos, basura y estrellas de mar muertas. Según las imágenes captadas por cámaras submarinas, la escena del suelo marino es dramática: muestra un evidente desequilibrio en el ambiente, similar a un bosque arrasado después del desmonte.

"La responsabilidad recae sobre la práctica de la pesca de arrastre, una de las más nocivas, ya que actúa como una topadora sobre el fondo marino", aseguró Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de océanos de Greenpeace Argentina. Además, explicó que se utilizan redes del tamaño de una cancha de fútbol con cadenas pesadas que arrasan indiscriminadamente con toda la flora y fauna que se encuentra en su recorrido.

Si bien los efectos de la deforestación o los incendios en el Amazonas pueden identificarse claramente, la destrucción de los fondos marinos es invisible para la mayoría. Por eso, visibilizar esta problemática es el objetivo principal de la campaña científica que estuvo a bordo del buque Esperanza.

El Agujero Azul

El Agujero Azul es una zona codiciada por la industria pesquera de países como China, España, Corea del Sur y Taiwan que se encuentra amenazada por la intensidad de la actividad establecida desde hace ya 50 años.

Vueso aseguró que, con frecuencia, las flotas presentes en el Agujero Azul incurren en actividades no reguladas. Por eso, es fundamental evidenciar la situación: principalmente, la falta de control y regulación de las aguas internacionales. “Esto le permite a las pesqueras saquear el océano y vulnerar su biodiversidad", explicó.

fondo mar

Hoy, los expertos advierten que solo el 2,2% de los océanos del mundo está completamente fuera de los límites de la actividad comercial, y el 4,8% “activamente administrado”.

En 2014, los científicos pidieron que para 2030 se protegiera el 30% de los océanos del mundo. “No es únicamente proteger el 30%, sino llegar a un alto nivel de protección”, indicó Matt Rand, director del Proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli.

Pero el mundo se está quedando corto, incluso con el objetivo de las Naciones Unidas de proteger el 10% de los océanos para el 2020.

"Si mediante estas colaboraciones entre científicos y organizaciones, podemos ayudar a que la gente empiece a ver lo que no se ve normalmente, y uno pueda empezar a preocuparse y a empezar a encontrar solución a los problemas, creo que alcanzaremos un excelente objetivo”, concluyó Martín Brogger.

Fuentes

Greenpeace Argentina