El investigador Uwe Bornscheuer, de la Universidad alemana de Greifswald, hizo un gran descubrimiento enterrado en la suciedad de una fábrica de plásticos.

Las bacterias que vivían allí contenían enzimas capaces de descomponer el poliuretano, el polímero utilizado para crear la espuma de las zapatillas de correr, los colchones y los aislantes domésticos.

Cada año se desechan unos 16 millones de toneladas de poliuretano procedente de combustibles fósiles, y dos tercios acaban en vertederos o incinerados para obtener energía. Lo poco que se recicla se tritura y se convierte en productos de calidad inferior, como la base para alfombras.

Pero Bornscheuer afirma que sus enzimas, conocidas como uretanasas, podrían abrir una nueva vía para reciclar el polímero. Gracias a sus funciones naturales, pueden descomponerlo rápidamente, y sus componentes pueden luego utilizarse para producir nuevo poliuretano de forma más respetuosa con el medio ambiente.

"Tomamos trozos de material de poliuretano, los pusimos en un recipiente y agregamos la enzima. Al cabo de dos días se habían degradado por completo", explica Bornscheuer.

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Aguas completamente contaminadas como las de Guatemala pueden encontrarse en todo el mundo.

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"Estoy muy seguro de que con los métodos que se utilizan en mi campo se pueden diseñar las enzimas para hacer esto en unas pocas horas".

El reciclado de polímeros como el poliuretano de esta forma crearía un producto final de mucha mayor calidad que el reciclado mecánico, y podría hacerlo de una forma más limpia y eficiente que el reciclado químico disponible en la actualidad.

Enzimas diminutas contra montañas de residuos plásticos

César Ramírez-Sarmiento, profesor asociado del Instituto de Ingeniería Biológica y Médica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, describe las enzimas, que son un tipo de proteínas, como "las entidades que realmente se encargan de unir o separar las cosas".

Pero con 460 millones de toneladas de plástico derivado del petróleo y el gas fabricadas en 2019, un volumen que se triplicará en 2060, y tan solo un 9 por ciento de ellas recicladas por medios más convencionales, las enzimas que tratan el plástico tendrían que abrirse camino entre montañas de este material. Alrededor de mil millones de toneladas anuales de aquí a 2060.

El interés por la tecnología de degradación enzimática aumentó en los últimos años, cuando países asiáticos empezaron a negarse a aceptar residuos plásticos de otras naciones, según Dongming Xie, profesor asociado de ingeniería química de la Universidad de Massachusetts Lowell, en el noreste de Estados Unidos. "Creo que esta será la dirección del futuro. Tenemos que avanzar así", afirma Xie.

No es la única solución

La tecnología de degradación enzimática tardará mucho tiempo en alcanzar la madurez y, mientras tanto, Ramírez-Sarmiento afirma que la sociedad necesita gestionar mejor el plástico que llega al mercado, de qué está hecho y cómo se desecha. La mala gestión de los residuos es una de las principales fuentes de plástico en el océano.

Xie afirma que los fabricantes de plásticos tienen que aportar su granito de arena. "La industria del plástico tiene que colaborar con los biólogos", afirma, y subraya la necesidad de que tengan en cuenta la degradabilidad de sus plásticos para que puedan convertirse en nuevos productos después de su uso.

Los grupos que hacen campaña para acabar con la producción de plástico no están convencidos de que la tecnología de las enzimas pueda realmente marcar la diferencia.

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"No es probable que el uso de enzimas resuelva el problema de los plásticos. No podrá con la enorme cantidad de plástico que inunda el mercado cada año", afirma Judith Enck, presidenta de Beyond Plastics, que trabaja para acabar con la contaminación con este material. "La única solución real al problema de la contaminación por plástico es fabricar menos plástico".