El ser humano es estúpido. Disculpen si algún lector se siente ofendido por esta expresión, se que hay un puñado de personas que no entran en esta categoría, pero sí, somos una especie cuya cualidad distintiva es la de ser estúpida. La conclusión deriva de entender la capacidad natural que tenemos de transgredir todo a nuestro paso, de pudrir lo que tocamos, de desaparecerlo. Porque, a diferencia de todo el resto de las especies que habitan nuestro planeta que tienden a la regeneración y a la perdurabilidad en el tiempo, nuestra especie no, tiende a extinguir y a generar una gran torre de mierda acumulada que nos mantenga en la cúspide máxima. Disculpen nuevamente, las palabras brotan, es lo que ocurre cuando te percatas que el desafío real que tenemos sea el de intentar que el impacto de los daños causados por nosotros mismos ocurran en menor proporción.

Un ejemplo de esto es lo que pasa con nuestra fauna, en donde nuestra capacidad de destrucción, según datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (*Argentina), factura entre 15 y 20 mil millones de dólares al año, generados por el tráfico y la caza ilegal de vida silvestre, produciendo así, que más de 100 especies de aves, 20 de reptiles y 15 de mamíferos se encuentren en peligro de extinción. Uno de ellos, tal vez el más afectado, es el mono, consecuencia de la deforestación desmedida y la destrucción de sus hábitats naturales, pero, principalmente, consecuencia de la cacería y el tráfico de esta especie como mascota

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Por este motivo, llegué a la cumbre cordobesa a visitar Proyecto Carayá, el primer centro de recuperación y rehabilitación de primates en Argentina. Un predio de 365 hectáreas, que desde hace más de 30 años trabaja para ser el hogar de distintas especies de monos y otros grupos de animales, afectados por la transgresión humana.


La visita al lugar es aprendizaje puro. El recorrido dura unos 50 minutos, es guiado por los voluntarios del lugar y allí aprendes sobre el trabajo diario que realizan asistiendo a unos 10 grupos de primates y 170 ejemplares de monos carayá, procedentes de Misiones y Chaco, lugares, en donde para mi asombro, esta especie se comercializa en el costado de la ruta. Si, como si fuera un souvenir de vacaciones.

Unos de los principales objetivos del lugar, según comentan durante el recorrido, es que el animal se encuentre con las condiciones más similares a su entorno natural, pudiéndose notar, las zonas delimitadas de los grupos de primates, como así también, su comportamiento de grupo, su organización y diversos detalles que los guías van comentando para entender mejor como se establece la vida social en el predio. En el camino, su curiosidad los hace acercarse al grupo de visitante de una manera muy natural, un comportamiento que ven como negativo, advirtiéndonos también, sobre el resguardo de los objetos visibles, ya que su curiosidad tiende al hurto.

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Como mencionamos, la tarea principal del predio se da en la observación, el seguimiento y la alimentación de los 10 grupos liberados de la especie capuchinos y caraya. Otras de las tareas que forma parte de la rutina de los grupos de voluntarios (que asciende a unos 24 en épocas de mayor demanda) ocurre en la zona de rehabilitación, espacio que no se encuentra dentro de la visita. Esta zona es el lugar que recibe al animal recuperado, lo asiste y lo prepara para su adaptación a los grupos liberados, aclarando que no todos los casos son iguales, ocurriendo en muchas ocasiones que los animales, por sus condiciones, no pueden ser liberados.

Cerrando el recorrido, el guía nos cuenta a nivel de anécdota pero que ayuda a dimensionar el nivel de afección del mascotismo en los monos: es que la humanización que adopta el animal en el hogar es tal, que llega a incorporar enfermedades de tipo cardíacas y a tener ejemplares con un alto nivel de diabetes, como el caso de un ejemplar cuya dieta consistía solo de pizza y yogurt. Es decir, no solo lo cazamos, lo vendemos y lo compramos, también le transmitimos nuestros vicios y enfermedades.

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Si estás por Córdoba y quieres visitar el lugar, conocer su trabajo y colaborar con ellos se encuentra abierto todos los días del año y está ubicado a 11km del centro de La Cumbre, a dos horas de capital. Para llegar, podes hacerlo en auto o realizar el recorrido a pie, eso sí, salí temprano, con mucho protector, agua y gorra.