No importa en qué región o país del mundo, si es uno o son dos millones. Cada enfermo, cada muerte, cada recuperación cuenta. Pero las cifras totales de contagios y muertes por COVID-19 en Brasil (más de dos millones casos y 80 mil muertes), México (más de 350 mil casos y 40 mil muertes) o Perú (más de 360 mil casos y 13.500 muertes) alarman. Le siguen Chile (más de 330 mil casos y 8.600 muertes) y Colombia (más de 210 mil casos y 7 mil muertos).

Sin embargo, si se normalizan por población, estas cifras se reordenan. Chile encabeza las listas de contagios y muertes por millón de habitantes (con más de 17 mil casos y 451,61 muertes). Aunque también lidera la de pruebas de laboratorio (PCR) realizadas por cada mil habitantes (75,6). Y va segundo en la proporción de recuperados por total de contagiados (92,40%).

Le siguen, en contagios por millón, Panamá (con más de 12 mil), Perú (casi 11 mil), Brasil (casi 10 mil), Bolivia (más de 5 mil), República Dominicana, Puerto Rico, Ecuador, Colombia (más de 4 mil), Honduras (más de 3 mil), Argentina, México, Costa Rica, Guatemala (más de 2 mil), El Salvador, Surinam (casi 2 mil), Haití (más de 600), Paraguay (más de 500), Nicaragua, Venezuela, Guyana (más de 400), Uruguay (más de 300), Jamaica, Cuba (más de 200) y Belice (más de 100).

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En muertes por millón, siguen también Perú (405,95) y Brasil (376,93). Luego, México (306,24), Ecuador (301,42), Panamá (261,20), Bolivia (190,01), Colombia (136,18), Honduras (94,40), República Dominicana (91,54), Guatemala (83,84), Puerto Rico (62,92), El Salvador (54,27), Argentina (52,5), Surinam (35,80), Guyana (24,16), Nicaragua (14,94), Costa Rica (12,96), Haití (12,80), Uruguay (9,5), Cuba (7,68), Belice (5,03), Paraguay (4,63), Venezuela (4,08), Jamaica (3,38).

En materia de recuperados por contagiados, todo se reordena nuevamente: Cuba encabeza (94,48 %). Y, tras Chile, siguen Jamaica (87,53), Uruguay (84,76), Nicaragua (72,46), Perú (68,70), Brasil (67,62) Guatemala (66,33), México (63,76), Surinam (62,33), Paraguay (60,44), Haití (57,30), Panamá (54,53), Venezuela (54,67), Guyana (48,08), República Dominicana (47,40), Colombia (46,84), Argentina (44,47), Ecuador (42,94), Bolivia (30,93), Costa Rica (27,04), Honduras (11,72).

¿A más casos peor gestión?

Estas cifras oficiales procesadas por proyectos estadísticos internacionales como la Universidad Johns Hopkins, Our World in Data o Worldometers, cambian varias veces al día, aunque las tendencias que marcan duran algo más. Así, en Costa Rica, con apenas 5.486 casos hasta el 8 de julio, se han doblado los contagios en las últimas dos semanas, llegando hasta 11.811 casos hoy. "El país que más casos tiene no significa que es el que peor lo está haciendo", asegura a DW el Dr. Marcos Espinal, director del Departamento de Enfermedades Transmisibles de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Según las cifras, parecería por ejemplo que el desarrollo de la pandemia en Haití, Nicaragua o Venezuela puede compararse al de países como Costa Rica, Uruguay, Paraguay o Cuba. Pero todas estas cifras deben leerse también con el prisma de la fiabilidad de los datos y, especialmente, de la magnitud del testeo sobre el que se basan.

Sin suficientes pruebas "no podemos tener un cuadro claro de cómo se comporta la epidemia", y esto es algo que pasa en Haití, un país sin recursos, o incluso en Brasil, afirma Espinal. Haití hace un test por cada mil habitantes, por ejemplo, mientras Uruguay hace 26, Cuba 20, Paraguay 15 y Costa Rica 13.

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Brasil, por su parte, está haciendo 23, pese a una extensión de la epidemia comparable a la de Chile (que hace más de tres veces más test). Eso, sin contar cuántas personas con síntomas leves ni siquiera reportan su caso o son detectados por los sistemas de salud de los distintos países.

En el caso de Nicaragua, la OPS reconoce dificultades con la continuidad de los reportes y la desagregación de los datos. Y en el de Venezuela, la limitada fiabilidad de las pruebas rápidas, muy utilizadas en el país, en comparación con los exámenes PCR. Pero, en general, la mayoría de los países han respondido "muy comprometidos" a las recomendaciones y mantienen una "comunicación muy fluida" con la OPS, insiste el Dr. Espinal.

Y se refiere a la implementación de medidas no farmaceúticas (uso de mascarilla, lavado de manos, distanciamiento social). Así como a la preparación de puertos y aeropuertos, de hospitales, disponibilidad de camas, equipos de protección personal, áreas de cuidados intensivos (UCI), descentralización de pruebas de laboratorio (test), capacidad de investigación y ayuda al paciente, prevención y control de (otras) infecciones, etc.

Además de a programas comunicativos y educativos, que atiendan y respeten a grupos poblacionales en situaciones de vulnerabilidad como los indígenas amazónicos, sus niveles de alfabetización, su cultura e idioma. Todas estas son funciones esenciales del reglamento sanitario internacional, con el que los firmantes se comprometieron en 2005, precisa.

Como sea, la OPS prefiere destacar las fortalezas de cada país: el uso de equipos móviles de atención primaria en Costa Rica, el masivo programa de testeo chileno; o la ventaja del federalismo y el sistema de atención primaria brasileño (clave para el diagnóstico hoy y para la prevención con una eventual vacuna en el futuro), pese al negacionismo del presidente del país.

¿Tiene Chile muchos casos porque testea mucho?

Pero "tenemos ciudades muy populosas, una urbanización desmedida, no planificada en nuestra región. Grandes ciudades como Río, Sao Paulo, Ciudad de México, Lima, rodeadas de cinturones de pobreza, de hacinamiento", recuerda Espinal.

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El coronavirus SARS-CoV-2 que provoca la enfermedad COVID-19 se introdujo en países como Chile a través de las clases sociales más pudientes, pero "fue pasando a los barrios, donde hay menos posibilidad de mantener distanciamiento social", explica el experto de la OPS.

Justo lo que sucedió en Chile, específicamente en “la capital, que concentra el 40 por ciento de la población del país y es el marcapasos” de la pandemia, confirma a DW el Dr. Christian García Calavaro, epidemiólogo de la Universidad de Santiago. Tras cinco meses de experiencia con el virus, el experto reconoce que, si bien el país incrementó desde el principio su capacidad de diagnóstico por PCR, no controló la curva de propagación de la enfermedad en los primeros meses.

Así que es la alta circulación comunitaria del virus, la alta tasa de positividad que han arrojado los test PCR, y no solo la capacidad del país, lo que ha determinado la extensión sostenida del testeo. “Chile inició las medidas de restricción del movimiento, las cuarentenas, de manera parcial y tardía”, afirma García Calavaro. Y recuerda la estrategia de “cuarentenas dinámicas” implementadas por las autoridades en Santiago, pese a la desaprobación de la comunidad científica.

Municipios o fragmentos de municipios entraban o salían de la cuarentena, de acuerdo con la evolución de la situación en períodos cortos de menos de dos semanas, “lo que no tiene ningún sentido epidemiológico”, sentencia. "Para los recursos que tenemos, no lo hemos tan bien", lamenta y señala el ejemplo de Argentina, "que ha controlado bastante bien, con medidas y ayudas económicas tempranas."

Perú: urbanización desmedida y alta tasa de economía informal

A países como Perú, que tomó medidas de contención y mitigación tempranas, por ejemplo, le han afectado además su alta tasa de economía informal, grandes grupos de poblaciones vulnerables, altas tasas de otras enfermedades como tuberculosis y denutrición. En nuestra región, "la más inequitativa del mundo", COVID-19 no es el único reto de salud, insiste Espinal: "Tenemos tuberculosis, malaria, dengue. Vamos a tener influenza ahora que viene el invierno en el sur."

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En otros países, la prematura reactivación de la actividad económica, entendible por el reto económico y social que acompaña a esta crisis de salud pública, también han afectado el control de la pandemia. En general, entre los más mortalmente afectados por el virus, como en todas partes, además de los ancianos, están las poblaciones más pobres y vulnerables: afrodescendientes e indígenas, por ejemplo.

En Chile, “la movilidad en zonas vulnerables bajó considerablemente menos que en los municipios más ricos, por la necesidad de salir a trabajar y comer”, confirma el epidemiólogo de la Universidad de Santiago. Las tasas de mortalidad de barrios populares como La Quintana han sido hasta ocho veces más altas que las de zonas acomodadas como Vitacura, Providencia o Las Condes, dice.

La lección

Pero "este es un virus que afecta leve o moderadamente al 80 por ciento de los casos. Así que si podemos evitar las muertes, estamos haciendo nuestro trabajo", subraya el Dr. Espinal. "Los recuperados siguen aumentando en nuestros países, porque cada día aprendemos un poco más del virus", agrega. En este sentido, el Dr. García Calavaro insiste en la necesidad de mejorar los sistemas de información e incorporar las cifras de diagnóstico sin confirmación virológica (los casos deducidos por la sintomatología, sin test PCR). Algo que Chile está haciendo, pero no incluye, como la mayoría de los países, en sus informes a la OPS.

En el futuro cercano, ojalá para el año próximo, la OPS apuesta al programa COVAX de la OMS para garantizar un acceso rápido, justo y equitativo a las vacunas contra el COVID-19 en la región, como en el resto del mundo; así como a su Fondo Rotatorio para la compra de vacunas.

Pero, a nivel nacional, esta pandemia deja una clara lección a los políticos en nuestras sociedades, concluye Espinal: "La necesidad de incrementar la inversión pública en salud en todos nuestros países", paulatina y sostenidamente. Y recuerda que la mayoría no llega al mínimo que recomienda la OPS: un 6 por ciento del PIB.

Fuente: Rosa Muñoz Lima para DW