La zona de confort es la zona en la que nos sentimos cómodos debido a que allí se encuentra aquello que ya conocemos y nos otorga una sensación de certidumbre, seguridad y protección. Es la zona en la que resguardamos nuestra integridad de posibles amenazas. Por ello, el mayor obstáculo para salir de esta zona, es el miedo a poner en riesgo nuestra integridad física y emocional.

El miedo es una emoción que construimos a partir de nuestra historia personal y nuestro sistema de valores y creencias. Como el cerebro cree lo que pensamos y no distingue entre lo real y lo imaginario, muchas veces el miedo nos mantiene en la inacción, pensando que así estaremos a “salvo” de ese peligro creado en nuestra mente.

Sin embargo, en el mundo actual en que vivimos, la única certeza que tenemos es el cambio constante. Resulta paradójico entonces creer que quedarnos quietos, cuando todo está cambiando, puede ser una opción adecuada que nos mantendrá en un lugar seguro.

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Asimismo, el miedo puede ser un gran aliado si lo observamos como el umbral que necesitamos atravesar para adentrarnos en una zona desconocida que nos conducirá hacia nuestro crecimiento personal. Dar el primer paso es iluminar el camino y crear consciencia para empezar a re-conectar con nuestros propios recursos y sumar nuevas herramientas que nos otorguen mayor apertura y flexibilidad a la hora no sólo de adaptarnos al mundo de “allá afuera” sino también, y más importante aún, a la hora de elegir cómo queremos vivir nuestra vida.

Limitarnos y quedarnos en la zona de confort hace que ésta se achique cada vez más mientras que ingresar, con prudencia, en la zona desconocida hace que expandamos nuestras posibilidades de acción, permitiéndonos de esta manera, conocernos, transcender y transformar nuestros miedos y evolucionar como personas. Si bien dar el primer paso puede implicar una apuesta, pareciera menos riesgoso aún que apegarnos a la idea e ilusión de creer que en la zona de confort “todo está bajo control”. Por el contrario, esto significaría postergarnos: dejar de lado nuestros sueños y deseos más profundos.

Dar el salto y afrontar nuestros miedos, es posible a partir de observar (y cuestionar) nuestros pensamientos y de abrirnos al aprendizaje, generando así, nuevas experiencias y nuevos marcos de referencia y creencias. El aprendizaje y la acción acortan la brecha entre la zona de confort y la zona desconocida y nos aportan experiencia que nutre nuestra confianza para animarnos a dar los siguientes pasos.

Comprender que, como todo proceso de cambio no es lineal, resulta crucial para acompañarnos con amorosidad, paciencia y compasión, dejando de lado las comparaciones con otros, que sólo nos alejan de nuestro camino único y personal. La antesala de este proceso requiere que tomemos en consideración los siguientes puntos:

Reconocer y asumir el compromiso de cambio

¿Qué es lo que quiero cambiar? ¿Qué es lo que hoy me aleja del bienestar que quiero? ¿Cuál es mi miedo? ¿Qué haría si no tuviera miedo? ¿De qué me estoy protegiendo?

Una vez que logro reconocer dónde puede estar la dificultad, tengo la posibilidad de elegir hacer algo diferente. Tomar la decisión de hacer algo diferente, implica cierta incomodidad al principio como parte del proceso de aprendizaje en sí mismo. Compartir nuestras inquietudes y pedir ayuda son acciones que pueden ser de mucha utilidad en esta primera instancia.

¿Quiero y estoy dispuesto realmente a hacer este cambio en mi vida?

Cuando la incomodidad de permanecer en un lugar conocido es mayor que el riesgo de adentrarnos en una zona nueva, es símbolo de que existe una motivación genuina de ponernos en marcha. Este llamado interior nos permite comprender que el impacto de tomar tal decisión, lo veremos reflejado, luego de un tiempo, en términos de una mejora en el nivel de bienestar y en la calidad de los vínculos en nuestra vida.

Creer que puedo cambiar

“Soy capaz de hacerlo (y sostenerlo en el tiempo)”; “esto es posible para mí”; “soy merecedor/a de esto”, son principios básicos a la hora de dar los primeros pasos.

Partir de estas premisas, es sembrar semillas de confianza en nosotros mismos y, a su vez, invertir nuestra energía y alinear nuestras acciones de manera consciente: orientadas a dar el salto cualitativo que hemos asumido.

amor propio

Tomar acción

Convertirme en mi propio aliado, ponerme en contacto con la acción y disponerme a ensayar y practicar. Tener presente que el aprendizaje y, por ende, el cambio, es producto de la repetición de manera sostenida en el tiempo de aquello que queremos incorporar y/o modificar.

Aprender y practicar implica generar nuevos circuitos y enviar nuevas señales para re-cablear y crear un nuevo patrón en el cerebro, estableciendo de esta manera, un nuevo hábito y manifestando así, el cambio que nos hemos propuesto en el plano fisico y material.

Reconocer nuestros miedos, aceptarlos e integrarlos para dar el primer paso. Abrirnos al aprendizaje para cultivar nuestra confianza. Notar cómo a medida que vamos dando pasos, estaremos cada vez más incómodos en la zona de confort y más cómodos en los espacios de no-saber, invitándonos a seguir en movimiento. Crear así, un ciclo virtuoso que nos acompañe en nuestro proceso natural de evolución y desarrollo personal.

¿Cuál va a ser tu primer paso?