Es difícil imaginarlo, pero realmente no somos nada más que un cerebro con una cubierta que le permite funcionar. Nuestro cuerpo, nuestros órganos y todo lo que sentimos se ejecuta y termina en el cerebro, es ahí donde radica la magia de nuestra existencia. La otra magia, esa que llamamos música o arte, crea ondas y se distribuye de forma casi aleatoria por el cerebro y nos permite gozarla de una manera específica.

¿Qué sería de la vida sin música? Incluso los filósofos se lo han preguntado y es que al escuchar nuestras notas favoritas, nuestro cerebro trabaja de una manera única, pero al cambiar de género transforma su reacción. Cada género nos ayuda a ver el mundo de una manera distinta porque cada uno activa distintas partes en el cerebro.

Jazz

Las ondas cerebrales pueden sincronizarse y crear ondas cerebrales alfa, todo al compás de la música de jazz, sobre todo con el downtempo, o sea, la música que va a 60 beats por minuto. ¿Qué provoca esto? Que nuestro sistema nervioso esté alerta, pero relajado al mismo tiempo, que podamos entender las cosas sin necesidad de frustrarnos e incluso que tengamos espacio para planificar en medio de todos esos pensamientos.

Rock y pop

Aunque lo queramos negar, el rock nunca ha estado muy alejado de la música pop. Pocos son los virtuosos musicales que crearon complejas melodías en una banda de rock, el resto puede disfrazar muy bien al pop con guitarras. Por eso ambos géneros pueden ayudarte al mismo fin. La música (no las letras) son un estímulo para el cerebro, pues por el ritmo que llevan te ayudan a dar ese último esfuerzo que necesitas para terminar algo, sobre todo el trabajo físico que más te cuesta.

Metal

Hace 11 años los estudios decían que la música clásica hacía a los bebés más inteligentes y que el metal inducía al suicidio. Hoy eso es completamente erróneo, la gente que gusta del metal ahora es considerada una de las que mejor conlleva el estrés de la vida diaria, además de que la música le da un mayor sentido de pertenencia a un lugar así como identidad.

Clásica

Tal vez Baby Mozart comience a perder popularidad, pero la realidad es que la música clásica siempre será la primera que viene a nuestra mente cuando pensamos en la relación entre el arte y el cerebro. Y es que además de ser la más estructurada, también es la que más se ha usado para investigaciones, por eso hoy sabemos que puede reducir la presión sanguínea, hacer más fuertes los vínculos emocionales que tenemos con otras personas, ayudar al cerebro a conciliar el sueño e incluso reducir el dolor físico.

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La música clásica también es responsable de que la tasa de crimen se reduzca. Durante 2003, las autoridades de Londres comenzaron a transmitir piezas de música clásica en los vagones del metro, 18 meses después, el vandalismo había disminuido 37 % y los robos 33 %.

Es innegable el efecto personal que la música tiene en nosotros, pero al llegar a nuestro cerebro y activar regiones impensadas sólo porque escuchó un sonido, hace que la música cobre un nuevo valor.

¿Y tú que crees? ¿Qué sería de la vida sin música?

Fuentes:

Upworthy

PSU