¿Cuántas veces te dejas llevar por la primera impresión a la hora de juzgar a alguien? ¿Y cuántas veces aciertas?

Esta emocionante historia te ayudará a reflexionar acerca de ello.

Un día en una popular heladería de la ciudad, había una camarera un poco malhumorada. Ese día entró un niño de 10 años al lugar, solo, y se sentó en una mesa. El niño parecía ser muy pobre, y ella creyó enseguida que escondía algo raro.

Se acercó a la mesa y el niño le preguntó:

-¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con nueces?
-Vale 5 dólares -contestó la camarera.

El niño revisó una bolsita donde guardaba el dinero, frunció el ceño, y le volvió a preguntar

-¿Y el helado solo cuánto cuesta?

Como la camarera tenía mucho trabajo y tenía al joven entre cejas, le contestó de mala manera:

-Vale 3,5.

El niño volvió a mirar en su bolsita y asintió con la cabeza

-Bien, quiero un helado solo entonces.

La camarera le trajo el helado con mala cara, puso la cuenta en la mesa y se fue. El niño terminó el helado, pagó en la caja y salió del local. En todo el rato, la camarera casi no le quitó los ojos de encima.

Una vez que el niño se hubo ido, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vio. Sobre la mesa había 1,5 dólares. ¡El niño había pedido el helado más barato para poder dejarle propina! ¡A ella, que lo había maltratado!

Desde entonces, la camarera nunca más juzgó a una persona sólo por su apariencia.

La próxima ves que juzgues a alguien por cómo luce, por cómo va vestido o por cualquier otro aspecto, piensa un momento:

¿Conoces lo que hay en su corazón? ¿Estás seguro de que esa persona no puede hacerte crecer?

Mejor, en lugar de juzgar, mira dentro de ti, e intenta comprender por qué esa persona te hace sentir así. De seguro, descubrirás mucho más de lo que te imaginas.