El que se trata aquí es un tema sin dudas tabú. A nadie le gusta pensar en la muerte, ni propia ni de los seres queridos. Por eso, lo que ocurre con nuestro cuerpo una vez que morimos es algo sobre lo que mucho no se habla. Pero lo cierto es que cada uno de nosotros alguna vez morirá, y alguien tendrá que tomar sobre nuestro cuerpo sin vida una decisión.

Hay muchos factores que sin duda intervienen en esas decisiones de las familias: la religión, la tradición, la voluntad del fallecido, incluso cuestiones económicas. Aquí hablaremos sobre otro factor: el ambiental. 

Dos de los métodos más comunes para el tratamiento de los cuerpos de los fallecidos son la incineración y el entierro en un ataúd. ¿Cuál es más ecológico? La respuesta es: ninguno de los dos. Ambos son ineficientes para el cuidado del ambiente.

Estas son las desventajas de cada uno, y las alternativas.

El entierro

Una tradición muy antigua y arraigada que se inició con los pueblos nómadas que querían proteger a sus seres queridos de los carroñeros y alimañas, y más adelante para evitar epidemias. El problema es que a la tasa a la que los humanos fallecemos (1% de la población al año, en tiempos de paz) y considerando lo contaminante del proceso, no es un método sustentable.

Desde la mortaja hecha con derivados del petróleo, pasando por la cobertura interna de zinc que evita la filtración de los fluidos, hasta la tala de árboles y el proceso de barnizado, los ataúdes son altamente dañinos para el medio ambiente y transmiten químicos dañinos para su entorno.

La incineración

No todos cabemos en el subsuelo, por lo que el problema del entierro derivó en el problema de la incineración. Pero, aunque sea triste decirlo, para incinerar un cuerpo son necesarios 20 litros de aceite y medio kilo de carbón en un horno que alcanza los 800 ºC. Todo el proceso libera más de 27 kilos de CO2 por cuerpo.

Las cenizas (que en ocasiones son vertidas sobre lagos o ríos) pueden contener altas concentraciones de metales pesados, como el mercurio de ciertos tratamientos dentales. Además, las urnas de mármol o de metal pueden ser olvidadas en el campo donde se esparcieron las cenizas, o incluso confinadas a un armario.

¿Alternativas?

En caso de entierros, existen los ataúdes ecológicos, que suelen ser más baratos. Y para las incineraciones, lo mejor es usar urnas biodegradables que no perjudican el ambiente.

Por otro lado, existen dos nuevos métodos que tienen un impacto menor. La resomación es el proceso de introducir el cuerpo en agua mezclada con hidróxido de potasio. De esta manera, el cuerpo se disuelve y se pueden aislar los contaminantes, para luego recuperar las cenizas.

El segundo es la promesión, que consiste en introducir el cadáver en un baño de nitrógeno líquido para que se congele por completo y luego descomponerlo en polvo con vibraciones bruscas. Tiene la ventaja de poder recoger las prótesis e implantes para su debido reciclaje.

Sea cual sea el método utilizado, es necesario hallar alternativas sustentables en todo lo que hacemos, incluso en estos temas de los que cuesta hablar, porque todo suma en un mundo cada vez más afectado por nuestras acciones.