A pesar de que seguramente lloré en muchas películas cuando era niño, la primera que recuerdo que me hizo llorar frente a una pantalla grande fue la película de acción “Armageddon”. Parece una tontería, pero recuerdo que cuando Bruce Willis decide quedarse en el meteorito y se despide de su hija antes de salvar a todo el planeta, no podía creer el sacrificio que acababa de hacer.

Esas lágrimas, tan reales que las recuerdo hoy, 20 años después de que se estrenó la película, me demuestran que con el tiempo la sociedad moldea nuestra forma de ser, de pensar y hasta de llorar. Como hombre me enseñaron que llorar nunca es bueno, y llorar por una película es simplemente inaceptable, algo digno de los débiles.

Sin embargo, se ha demostrado que llorar no te hace una persona débil, sino todo lo contrario. Llorar demuestra que eres una persona empática, alguien que sabe entenderse, reflejarse y comprender que el sufrimiento de otros, o la historia de otros, puede ser la nuestra.

Las personas que lloran en las películas tienen la capacidad de mostrar empatía, de sumergirse en una historia y tratarla como si la vivieran, no como si sólo la vieran. Así es como los psicólogos descubrieron en una investigación, que mientras mayor es la carga emocional de una cinta, mayor nivel de oxitocina liberamos, que es lo que nos hace conectar más con otras personas, o en este caso, otros personajes.

Esto no sólo deja atrás el mito de que las personas débiles lloran y demuestra que son mucho más empáticas, también refuerza la idea de que estas personas, gracias a su mayor nivel de sensibilidad, tienen mejores relaciones interpersonales. Nadie quiere estar con alguien que sólo esconde sus sentimientos y se burla de quienes optan por no hacerlo, sino que prefieren pasar tiempo con alguien que conecta con ellos y que es capaz de establecer relaciones verdaderas.

Las lagrimas no implican tristeza, debemos entender que estas pueden surgir por felicidad, por amor, por diversión incluso. Si vemos una película en la que dos personas están juntas a pesar de todo, es válido llorar. Si vemos una cinta en la que una persona le promete amor eterno a otra, lloremos de complicidad.

Recuerdo que mucho tiempo después de esa cinta de acción que me hizo llorar, entré a ver la última cinta de Batman dirigida por Cristopher Nolan. Al terminar, estaba llorando, me dijeron que la cinta había sido buena pero que no era para tanto, pero no era por la historia, era por el fin de una saga que había significado tanto para mí. No dejes que nadie te diga cuando sí y cuándo no puedes llorar.

Fuente:

La mente es maravillosa