Nos encontramos transitando una crisis civilizatoria, económica, social y ambiental sin precedentes: las democracias, cada vez, tienden más a la concentración del poder en pocas manos, el crecimiento se mide únicamente en términos económicos, el desarrollo se convierte en una carrera por quién domina más a la naturaleza y la felicidad se basa en cuántos bienes materiales tenemos.

Pero, ¿qué pasó con las relaciones humanas, el valor de nuestro tiempo, dónde quedó la participación ciudadana en la toma de decisiones, el amor y cuidado por la naturaleza, la cooperación y la solidaridad, el ocio creativo? ¿Cómo volvemos a recuperar estos valores? ¿Cómo salimos del crecimiento ilimitado, el capitalismo depredador y el consumismo desmedido?

Crecimos creyendo que las respuestas a estas preguntas es un NO rotundo. La injusticia, la desigualdad, la destrucción, el egoísmo, son inertes a un modelo imposible de cambiar.

“Así funcionan las cosas”, “Vos no lo podés cambiar”, “No se puede luchar contra el sistema” ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? Pero ¿qué sucedería si somos conscientes de que realmente hay alternativas posibles que, de hecho, ya están sustituyendo las normas y estructuras del sistema depredador en el que nos encontramos? ¿Cambiarías algo?

Ante esta situación, un grupo de mujeres se unió en un viaje de ruta por España y Francia. Acostumbradas y cansadas de vivir en una realidad que prevé un futuro incierto, gris y casi imposible de cambiar, decidieron salir en busca de respuestas. ¿La utopía de la que tanto se habla, es posible? ¿Existen otras alternativas al sistema?

Estas y otras tantas preguntas surgen a lo largo del documental, mientras nos llevan en un recorrido por ecoaldeas, pueblos en transición, cooperativas de trabajo, espacios autogestivos, conversando con profesionales, investigadores/as, activistas ambientales y personas que ya están transformando su entorno. Conversaciones donde se exponen, con teorías y casos prácticos, entre muchos temas, la teoría del decrecimiento y el desarrollo local como alternativas al sistema.

“No se puede crecer infinitamente en un planeta finito”, dice Florent Marcellesi, uno de los entrevistados que nos habla del decrecimiento. Una frase tan obvia y a la vez, tan difícil de entender. ¿Realmente estamos dispuestos/as a reducir nuestro consumo y nuestra producción? ¿Podemos ser felices haciéndolo? ¿Es sólo una responsabilidad individual? Preguntas que me surgieron al escuchar aquella frase y para las que aún, no encuentro una única respuesta.

Mujer meditando frente al océano.

Esta falta de respuestas me llevó a transitar momentos pesimistas mientras veía el viaje documental, pero siempre terminaba encontrando una historia, una idea que me motivaba. Y una de ellas es haber podido entender que no puedo ni podemos cambiar el sistema de un día para el otro y que pensar la crisis a nivel global genera estrés, frustración y desánimo. Pero lo que sí podemos hacer, es empezar a cambiar la realidad a nivel individual, desde las pequeñas acciones, compartiendo y contagiando; y a nivel local, volviendo a hacer (y ser) en comunidad.

En resumen, el documental nos demuestra, por un lado, que al final, la utopía no era tan imposible y que la transformación está sucediendo muy cerca nuestro. Pero por el otro, nos demuestra que el futuro es incierto y que nos plantea dos opciones: o seguimos con este ritmo de crecimiento voraz, ilimitado e individualista que plantean los gobiernos y las instituciones financieras y productivas y llegamos al colapso, o despertamos, tomamos conciencia y nos inventamos una nueva manera de relacionarnos con el entorno y con la naturaleza.

Aunque el camino sea duro y largo, ahora que ya sabemos que otra realidad es posible, ¿qué opción vamos a elegir?