Los momentos de adversidad sensibilizan y hacen que las personas cambiemos de posición y mirada frente a la vida en general, y esos aspectos afectados en particular.

Una de las formas regenerativas que tenemos para sentirnos mejor proviene de un atributo ancestral: los rituales; esos instantes que pueden parecer pequeños en la multitud de actividades diarias, y que, frente al desafío, se revalorizan y pasan a adquirir protagonismo.

¿Qué son los rituales? Se trata de un repertorio de impresiones, actitudes, actos y valores que se comparten con el fin de unir, de estar más cerca, y, también, de celebrar: ¿acaso el hecho de estar vivos no merece celebrarse, aún en medio del desafío?

Desde una charla con aquel amigo con el que hace años que no contactamos, un brindis, una selfie virtual para sellar el momento, hasta soportar una vez más el viejo chiste de alguien de la familia, nos puede conectar con instantes de rescate afectivo, una de las mayores necesidades humanas sobre todo en tiempos de padecimiento.

personas abrazadas en circulo con amigos felices

El antropólogo David Le Bretón habla de una “cultura afectiva” cuando los sentimientos son compartidos. “Las emociones intervienen en un sistema de sentidos y valores que son característicos en la sociedad. Para que un sentimiento sea expresado y experimentado por un individuo debe pertenecer al repertorio común del grupo social. Por lo tanto, las emociones actúan como maneras de afiliación a una comunidad, son modos de comunicarse y de permanecer juntos”, dice.

Son esos momentos que surgen espontáneamente o se programan los que le dan sentido a la fragilidad con que solemos transitar el dolor y el sufrimiento. Mike Norton es profesor en la Universidad de Harvard, y se ha dedicado a estudiar los rituales y los efectos en el bienestar humano. En un reportaje en el Harvard Business Review comenta que “los rituales desempeñan una serie de funciones críticas: por ejemplo, ante la pérdida pueden ayudarnos a sentir menos dolor; aquellos con la familia pueden hacernos sentir más cercanos, y los rituales con nuestros socios y compañeros de trabajo sirven para reforzar nuestro compromiso mutuo.”

Antiguos y nuevos rituales de este tiempo

Hasta los apodos o frases secretas en una pareja son rituales; al igual que las comidas, las formas de comunicarse, de hacer las cosas de determinada forma en la dinámica de una familia, y la forma en que nos tratamos con los amigos, por ejemplo.

A su vez, en la intimidad, cada uno tiene sus rituales: el orden en que haces las cosas cuando te levantas, el lugar donde te sientas en las reuniones de trabajo, o el articulado de tu rol formando parte de un equipo. Es posible que, si se te invita a cambiar intencionalmente ese orden, te sientas raro, tendiendo a querer volver al ritual original.

Norton señala que “lo más importante para el mundo en este momento, cuando todos nos enfrentamos al dolor real y anticipado -lo que sería la ansiedad-, estos rituales idiosincrásicos pueden restaurar nuestro sentido de control sobre nuestras vidas. Nos sentimos fuera de control cuando experimentamos pérdidas: no queríamos que sucediera, pero no pudimos controlarlo. Eso es, en sí mismo, un sentimiento muy desagradable, esa sensación de que no estás a cargo de tu vida. Los rituales restauran algo de ese control”.

Respecto a la frecuencia de un ritual, están los que se realizan casi siempre de la misma manera, y conforman lo que podríamos llamar una tradición. Y otros, un evento único, que también tiene un efecto de conexión afectiva que puede generar bienestar.

No es tan importante la forma como el resultado, el estado emocional que se produce.

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Con respecto a los rituales en tiempos de pandemia, el profesor Norton comparte: “estoy viendo nuevos y adaptaciones de antiguos; y también se están inventando otros. He visto tanto rituales nuevos como adaptaciones”.

Por ejemplo, en el uso de la tecnología, donde se incorporan ciertas ceremonias para las reuniones de trabajo; la forma de empezar una transmisión en vivo en Instagram; un elemento que siempre tienes a mano cuando te conectas con los demás en una videoconferencia.

Estos pequeños actos simbólicos hacen que las personas sientan una sensación de afinidad, algo en común con los demás, y cierta familiaridad. “Por lo tanto, alentaría a las personas que ahora se sienten ansiosas y afligidas a considerar inventar un ritual o darse cuenta de los que han agregado a sus vidas, en el trabajo, con sus familias y con sus parejas”, dice el investigador.

Por eso, el reemplazar el café con amigos por uno virtual funciona; al igual que para muchos les sirve asistir a una celebración religiosa online o refugiarse a la misma hora cada día en cierto tipo de lecturas o música. De hecho, la práctica meditativa regular y el hacer una rutina de ejercicios pueden ser considerados como rituales saludables.

Los 7 rituales esenciales

En tiempos difíciles se produce un efecto de revalorización del sentido de la vida y de los contactos esenciales con que contamos. Se trata de un acto de gratitud, incluso por las situaciones adversas como forma de elaborarla interiormente, y sentir que se la va transitando y hasta trasmutando.

Aquí, siete rituales esenciales que nos pueden ayudar a recobrar una sensación de bienestar:

Amigos

“Los amigos son la familia que se elige”, dice el refranero popular. El encuentro para dialogar, compartir y debatir es un buen punto de apoyo para salir adelante. Incluso en casos de desarraigo, aislamiento o pérdidas, el simple acto de escucha empática ayuda a conectar y a sentirse mejor. Las formas son variadas: hay quienes hacen videoconferencias regulares; otros, mensajes de Whatsapp frecuentes individuales o al grupo; compartir fotos, e incluso amigos que cenan juntos o hacen gimnasia con un profesor online a la misma hora cada día.

Familia

Para aquellos que tienen una y que funciona armónicamente, los vínculos familiares honestos y sinceros pueden ser también un pilar afectivo importante. Es un espacio de compartir atravesado por rituales de todo tipo, y afirmarse en alguno de ellos puede servir de calma y contención. Los ritos familiares se construyen desde que nacemos y quedan impregnados en nuestra memoria, como los aromas de la cocina y lo que se produce su alrededor, el tipo de armado de la mesa para una comida, los cumpleaños, la forma de ordenar las cosas, el rol de cada uno en ese núcleo. Todo esto nos define, e incluso, de adultos, los seguimos recreando una y otra vez.

Salud

La revalorización del estado de salud es uno de los que mayor consciencia despierta, sobre todo en aquellos que han atravesado situaciones desafiantes en este campo y lo han transformado en aprendizaje de vida. Hay un antes y después.

La salud no sólo es física, sino también mental y emocional, por lo que los rituales sirven para acercar, abrazar y acompañar en el proceso de recuperación si se la ha perdido, y de un potente “darse cuenta” del valor que se tiene y muchas veces no se aprecia cuando aparece una pandemia que la pone en riesgo.

Trabajo

El ritual del trabajo es uno de los más relevantes, ya que conecta con el sentido de valoración, utilidad y propósito si se lo sabe direccionar. Incluso los que buscan empleo, anhelan no sólo una remuneración, sino el tener un espacio de encuentro con otros, hacer tareas, aplicar la creatividad y el intercambio. Estos aspectos son altamente valorados y unificadores de un espíritu de superación y del sentido de la palabra “juntos”.

Los horarios, rutinas, reuniones, procesos y métodos son algunos de los rituales en este campo. En épocas difíciles, el rol del líder de equipo es esencial para sostener la integridad del conjunto, sin perder de vista las necesidades individuales y el termostato emocional interno de cada persona.

mujer estudiando trabajando

Consentirse

Parafraseando la canción que cantaba Gustavo Cerati, “Quiero que me (te) trates suavemente”. En épocas de dificultades es conveniente tener en el radar el darse un gusto, un mimo, una caricia a sí mismo. Este sentido constructivo de auto gratificación impacta directamente como estímulo compensador. Cocinarse algo especial cada día, darse una ducha luego de un día extenuante, dormir la siesta, recuperar a un hobby o pedir un abrazo largo y sentido son parte de este ritual.

Ocio y apreciación de los detalles

También es posible integrar los tiempos de recreación y ocio para recobrar fortaleza interna. Muchas personas, perdidas en su preocupación, se olvidan de sí mismas, y piensan que tienen que estar activas todo el tiempo: esto puede ser contraproducente, por cuanto los llevará a una hiperactividad ficticia para tapar lo que se siente. Como las emociones no se controlan, sino que se gestionan, el frenar, tomar consciencia, descubrirse y dedicarse tiempo de ocio es tan importante como seguir accionando.

Dentro de este espacio es posible establecer rituales de apreciación profunda de los pequeños detalles, esos que conforman el todo de la vida en sus aspectos de abundancia y belleza. La naturaleza con su exuberancia, el sol en otoño, la capacidad para ver, respirar, escuchar; una palabra amable de alguien a quien no conocemos; el “gracias” en el supermercado: todo suma para una toma de consciencia de la capacidad regenerativa en momentos de crisis.

Línea de tiempo de la vida

Un ritual muy significativo es que en los momentos de gran adversidad aparece revelada la línea de tiempo de la vida: un trazo de momentos e hitos de la historia personal, y colectiva en los que hemos sido actores o testigos.

Este repaso se da por momentos, e incluso puede evocárselo intencionalmente a través de la reflexión, quietud y revisión introspectiva.

Las preguntas son muy buenos disparadores para generar una realidad más consciente y que puede ayudar a rescatarte de la angustia, porque te ayudarán a darle contexto, profundidad y sentido. Por ejemplo: ¿En qué otro momento me he sentido de esta forma y lo superé?, “¿Con qué recursos internos cuento en base a las experiencias de mi vida?”, “¿Qué personas me marcaron en positivo y qué aprendí?”.

El ritual como aliento cotidiano

¿Qué es un rito? -dijo El Principito.

Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días.

Quizás los rituales cotidianos, eslabonados en el tiempo, conformen el entramado de gran parte de nuestra historia de vida, específicamente de esos capítulos que queremos recordar. Para que los días sean distintos en medio de la tristeza, aunque sea por un momento.