Cada persona tiene una disposición natural a uno de los cuatro elementos: fuego, tierra, aire y agua. Desde esta perspectiva filosófica del autoconocimiento, y también metafísica (“más allá de lo físico”), comprender estos cuatro elementos puede ayudar a entender la propia personalidad y cómo se relaciona con el mundo que te rodea.

La idea de su influencia en nuestra forma de ser es un tema muy común en la mitología y algunos tipos de filosofías y creencias religiosas. Muchos filósofos y científicos de la antigüedad, como Empedócles y Aristóteles con sus teorías de los 4 elementos, creían que el ser humano, como la mayor parte de la materia, estaba compuesto por estos elementos básicos. En la psicología moderna, sin embargo, hay cierto desacuerdo sobre si esta teoría tiene o no algún mérito científico.

En este artículo hablaremos brevemente de lo que aquellos filósofos y estudiosos del comportamiento postulan que significa cada elemento para la vida de una persona, así como de los diferentes estilos de personalidad y comportamiento. También descubrirás una guía con herramientas para potenciarlos.

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Por qué los 4 elementos son significativos

Todo lo que nos rodea está compuesto por los cuatro elementos ya que son, de alguna forma, quienes organizan la energía y la materia.

Por ejemplo, el cuerpo humano está compuesto en un 60 por ciento de agua, mientras que el cerebro tiene un 70% del mismo elemento, la sangre un 80% y los pulmones un 90%.

Con respecto al aire, las personas inspiramos y expiramos entre cinco y seis litros de aire por minuto. Eso determina que en 24 horas una persona respira entre 7.200 y 8.600 litros.

Si observamos el elemento tierra, al ver una foto satelital del planeta percibirás que el color dominante es el azul-verdoso, y esto se debe a que más de un 70% de la superficie está cubierta de agua, mientras que el 30% restante es masa continental.

Acerca del fuego, los investigadores indican que nos acompaña desde hace más de un millón y medio de años y puede ser considerado el gran invento de la humanidad. Nos protege del frío, permite cocinar alimentos, hacer señales, ahuyentar peligros. Y otro aspecto esencial: iluminar. En lo interno, se lo asocia con la pasión.

Conociendo tu elemento

Llevando los cuatro elementos a nuestra vida, hay personas que tienen predominantemente uno de ellos o dos; mientras que los demás pueden ser complementarios. También cada uno nos permite descubrirlos desde la perspectiva de la personalidad y el comportamiento:

El fuego, la luminosidad y la pasión

Se trata de personas que tienen brillo propio, son enérgicas y concentran la atención de los demás. Son viscerales, van de frente, verborrágicas, expresivas, apasionadas cuando algo les encanta.

Atributos: fuerza, iniciativa, tomar la delantera, impaciencia, ansiedad, reacciones rápidas, abren posibilidades, impetuosidad. El fuego avanza; tiene magia. También puede devorar.

En el caso de que no tengas predominantemente el elemento fuego, puedes ser excesivamente prudente y con miedos a correr riesgos.

Estrategias para potenciar el elemento fuego: hacer deportes, mantenerte en movimiento físico, canalizar la energía en forma apropiada, exponerte al sol, actuar y expresarte.

La tierra, el trabajo y la persistencia

En este caso, aparecen como rasgos la constancia, la laboriosidad, el trabajo y el nunca rendirse. Saben que la perseverancia y el esfuerzo continuado son claves para alcanzar sus objetivos.

Atributos: firmeza, tenacidad, ser concretos, paciencia, seguridad, cautela al tomar decisiones, estabilidad, fijar límites.

Si te faltara este elemento, es posible que tengas desorganización en tu vida, por lo que los proyectos quedan truncos y se dificulta el obtener logros.

Cómo potenciar el aspecto tierra: diseñar planes concretos y cumplirlos; y actividades manuales que requieran enfoque y minuciosidad en los detalles.

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El agua, la empatía y el fluir

Personas “agua” pueden empatizar rápidamente con las demás. Tienden a comprender, a ser sensibles y enfocados en las necesidades de otros. Generalmente fluyen con lo que la vida les va presentando, a través de asumir ese devenir con un estilo calmado, tranquilo por fuera, aunque a veces su interior sea un volcán emocional latente o en plena actividad. En ese caso pueden estallar, aunque esto sea muy esporádico.

Atributos: ideas, cambio, transformación, perspectiva, desapego, liviandad del ser, cambian de dirección si hace falta, sus acciones abren surcos y buscan su camino; tienen sueños, fantasías y pensamientos a borbotones.

En caso de que te falte este elemento, puede que manifiestes poco registro de tus emociones, y, por lo tanto, dificultad en detectar lo que sienten los demás.

Herramienta práctica para potenciar o incorporarlo: abrazos, contacto físico, actuar, concretar, cualquier disciplina artística; trabajar en la inteligencia emocional.

El aire, la libertad y la socialización

Con creatividad, libertad y habilidades sociales muy desarrolladas, las personas donde prevalece el elemento aire son curiosas e interesadas por todo. Tienen múltiples aficiones y sus pensamientos se mueven rápidamente. Migran de una idea, espacio y personas de un tipo a otro sin inconvenientes. No se atan a nada, y necesitan su propio espacio.

Atributos: adaptabilidad, les gusta su espacio de intimidad, vínculos de tipo emocional, entendimiento, escucha y receptividad.

Si te falta “aire” en tu personalidad, quizás se dificulte ver objetivamente las situaciones y tomar distancia.

Para trabajar en este aspecto: analizar y llevar al hemisferio izquierdo del cerebro (más racional) tus pensamientos e ideas, para procesarlas de esta manera; tomar paseos, hacer viajes, rodearte de personas y culturas diferentes, aprender idiomas; salir de tu forma de ser habitual.

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Aristóteles afirmó “La naturaleza no hace nada en vano”; de allí que su teoría de los cuatro elementos puede ser de guía para cualquier persona para conectar con los elementos principales de la forma de ser, y también, para seguir esculpiendo esa escultura que nos acompañará desde el comportamiento y personalidad hasta nuestro último soplo de vida.