Pensemos en un automóvil. Para que su rendimiento sea óptimo, es necesario cuidar que todas sus partes estén en buenas condiciones y, además, que funcionen coordinadamente.

Si este vehículo que estamos imaginando contara con un poderoso motor, pero sus frenos no cumplieran debidamente con su tarea de detener o disminuir la velocidad cuando fuera necesario, usarlo implicaría un riesgo potencial importante. Si sus neumáticos estuvieran gastados, o sus puertas no cerraran herméticamente, o las luces no estuvieran en condiciones para iluminar el camino, o no contara con los cinturones de seguridad obligatorios, sería peligroso e irresponsable utilizarlo.

Como vemos, cada una de las partes está relacionada con el vehículo en su totalidad y contribuye a su buen funcionamiento. Todas son importantes y deben estar en buenas condiciones si queremos garantizar un viaje feliz.

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Además de los componentes que integran la estructura de nuestro auto, tenemos que elegir el mejor combustible para alimentar debidamente el motor, y además el lubricante y los filtros de la mejor calidad para preservar su vida útil y permitir que pueda desarrollar su máxima potencia.

También realizaremos services periódicos, de preferencia en las agencias de la marca, especialmente si vamos a emprender un viaje, para contar con mayor seguridad y minimizar riesgos.

Y finalmente, no olvidemos el fundamental rol del conductor, quien debe ser una persona consciente y capacitada para conducir el automóvil con cuidado y pleno conocimiento de las normas viales y de convivencia. Un error o distracción podría ser la causa de un accidente de serias consecuencias para el propio vehículo y todos los involucrados.

No dudo de que los lectores de esta columna estarán de acuerdo con lo descrito en relación con el vehículo y su correcta utilización. Incluso estarán pensando en otros detalles que no menciono para no extenderme de más.

Ahora bien, imaginemos sustituir el vehículo por nosotros mismos, e intentemos hacer una analogía al respecto.

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¿Realmente atendemos nuestro cuerpo físico con tanto esmero como lo hacemos con la estructura de nuestro auto? ¿En situaciones cotidianas, nuestros frenos responden con presteza para administrar conflictos o situaciones estresantes, o simplemente nos dejamos llevar por el plano emocional y embestimos los obstáculos, agravándolos, en lugar de buscar formas más inteligentes para sortearlos?

Así como buscamos el mejor lubricante y combustible para cuidar el funcionamiento y la duración del motor, ¿elegimos con conciencia alimentos nutritivos y de fácil digestibilidad, para que se transformen rápidamente en la energía y vitalidad necesarias?

¿Realizamos controles periódicos preventivos para analizar el estado de nuestra salud general, como lo hacemos con los services del auto?

Y, por supuesto, una de las cosas más importantes: ¿desarrollamos una buena inteligencia emocional?, ¿entrenamos nuestra mente para que se mantenga concentrada, sin dispersiones, atenta para tomar decisiones rápidas y precisas que nos conduzcan en forma consciente hacia el destino elegido?

Al final de cuentas, la vida es un viaje que merece ser feliz. El destino nos espera, pero la calidad del trayecto es, en gran medida, una responsabilidad nuestra y de las herramientas que formen parte del equipaje.