¿Ser independientes o no respecto al vínculo con las demás personas? ¿Cuál es el límite? Estas preguntas aparecieron recientemente en un seminario que estuve facilitando en una empresa de venta directa en México.

Está claro que lograr ser independientes en nuestras acciones, pensamiento y toma de decisiones puede ser lo acertado para desarrollar más autoconfianza, liderazgo interior y formas de vida que no dependan de otra gente.

Ahora, ser híper-independientes es otra cosa. Se trata de personas que llevan al extremo su sentido de independencia, y que, en muchos casos, producen efectos no tan positivos para sí. En general, postular una independencia que no considera a los demás alrededor, se relaciona con un tipo de mecanismo de defensa que se crea como protección ante lo que pueda ser una fantasía de un eventual daño, sufrimiento o rechazo.

Por eso las personas híper independientes tienen mucho temor a pedir ayuda; y siempre dan respuestas como “Puedo solo (o sola)”, “No me hace falta nada” o “Yo me las arreglo por mi cuenta”. En su justa medida, estas decisiones no encierran nada perjudicial. El asunto es cuando esa persona se aísla, o cae en la omnipotencia de considerarse a sí misma como todopoderosa y que puede afrontar en total soledad todas las circunstancias que se le presentan.

La realidad del mundo es somos inter-dependientes: por lo general, todos dependemos de los demás, de alguna u otra forma, aunque no seamos conscientes. Por ejemplo, no cosechas todos los alimentos que consumes, o no hilas la materia prima de la ropa que vistes. Dependes de otra parte que sí lo hace.

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La renuncia a toda forma de apego

Bajo una supuesta renuncia al apego que generaría el pedir ayuda o poder contar con la colaboración de alguien más, lo cierto es que en muchos casos las personas se sienten extenuadas por ese deber ser que han instituido en su vida. Esto influye no solamente en sus relaciones de familia, amistad y profesionales, sino que incluso puede presentar dificultades en vínculos de pareja.

El psicoanalista inglés John Bowlby es uno de los que ha formulado algunos postulados sobre el apego, afirmando que aquellos vínculos iniciales de la infancia con las personas cuidadoras primarias, van generando modelos internos operativos que se mantienen a lo largo de su vida.

Según su teoría, la fase de apego aparece entre los seis u ocho meses, y dura dependiendo del tiempo que lleve la fase de formación, que se extiende aproximadamente hasta los dos años de vida.

En esa primera etapa de la infancia se forma un vínculo de fuerte apego con quienes se encargan del cuidado del bebé. Esa relación influye en forma determinante sobre la maduración afectiva en la adultez.

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Cuando el niño o niña no tiene contención por parte de quien haya asumido el rol del cuidado, o si esa relación fracasa por no saber interpretar o apoyar lo que se necesita en ese primer tiempo de vida, se crea un falso yo. Esto significa que se va a ocultar el propio yo como medio de protección, y mostrará actitudes y comportamientos ante quien cuida, que justamente son los que esas personas desean ver.

En síntesis, es una manera de adaptarse a la realidad que vive; por eso busca la salida de protegerse frente a lo que interpreta como incomprensión, abandono u otros sentimientos que le producen emociones encontradas.

Y como desde el momento en que se nace se establecen vínculos con figuras de referencia, sobre todo las del entorno más directo, así se va configurando la base de la personalidad que se desarrollará en la vida.

John Bowlby dice que “estas figuras de apego lo que hacen es enseñarnos a establecer relaciones de intimidad. Los temas no resueltos con aquellas figuras cuidadoras primarias influyen en cómo nos vinculamos después de adultos.”

La hiper independencia y sus formas de manifestarse

Con tal de evitar el apego, las personas que manifiestan una hiper independencia lo manifiestan de formas como:

- Sentir que se puede con todo.

- No saber pedir ayuda.

- Sentirse inferior si pide ayuda.

- Tener la sensación de que se es una molestia cuando se acude a los demás. Por eso, se disculpan en exceso al no saber cómo gestionar esta situación.

- Buscar verificar su hipótesis de la hiper independencia a través de encontrarse con personas que -dice- le defraudan en contados momentos, por eso eligen no confiar abiertamente en nadie. Así entran en la generalización del “todos me fallan” o “No se puede confiar en nadie”.

- Aislarse con tal de no sentir que se depende de otra gente.

El precio a pagar

Este sentido exagerado de la independencia genera distinto tipo de consecuencias:

- Gran sobreexigencia constante. La afirmación “debo poder con todo” es una creencia instalada que se ha arraigado de tal forma que se la transformó en un paradigma de vida.

- Marcada dificultad laboral para trabajar en equipo. Hay condicionamientos inconscientes que les hacen pensar que el establecer vínculos con otras personas limitará su independencia, por lo que se prefiere la forma individual.

- Dificultades en los procesos de delegar. Esta es una de las manifestaciones más frecuentes en roles de liderazgo, lo que lleva a una constante carrera por querer hacerlo a “su” manera, sin permitir que el otro lo haga, por temor a que le fallen. A la vez, la persona presupone que las demás no son hábiles para dichas funciones, lo que se transforma en una visión prejuiciosa.

- Suelen sentir incomprensión. Se perciben como diferentes, y les resulta difícil empatizar con las personas con mínimos grados de dependencia, e incluso con aquellas que lo hacen con espíritu colaborativo o de querer ayudar: simplemente, no lo pueden comprender.

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4 estrategias para superar la hiper independencia, sin caer en ningún tipo de dependencia

Para trabajar en este proceso, hay algunas herramientas y técnicas de afrontamiento que se pueden implementar:

Desarrollar el trabajo interior

El autoconocimiento es el camino apropiado para desactivar esos limitantes de la infancia, como un paso hacia entablar relaciones con las demás personas en límites internos apropiados, sin que esto signifique que se invada tu sentido de independencia, ni se crucen los límites que, progresivamente, te animarás a ir expandiendo.

Soltar patrones heredados familiares o de crianza

Es frecuente que las personas no se animen a explorar qué pasó en su primera infancia en las relaciones familiares o de las personas cuidadoras. Fundamentalmente se cree que es un proceso sumamente doloroso, ya que habrá que remover capas muy profundas, y que la emocionalidad se puede disparar y descontrolar.

Sí, puede ser arduo. Sin embargo, el trabajo con terapeutas profesionales puede ayudar a revisar estos patrones que quizás nunca observaste, y, con esa guía, aprender a soltar tales condicionamientos que has enmascarado hasta ahora detrás de tu hiper independencia.

Es posible sanar las heridas de infancia, y observarás cuando lo hagas lo liberador que resulta este proceso.

Revisar las costumbres y creencias adquiridas

También puedes encarar la revisión de tendencias condicionantes que sostienes en tu vida. Aquí te propongo hacerlo en dos dimensiones interiores:

Lleva un listado de aspectos que te limitan te hará tomar consciencia de algunas piedras internas que quizás quieras demoler. Haz una lista a todas horas del día sobre comportamientos que no sabes de dónde vienen, y te alejan del resultado de equilibrio y paz interior y exterior que quisieras lograr.

Al mismo tiempo, observa tu potencial, capacidades y habilidades. Anótalas al lado de las limitaciones, en una columna paralela. Al hacerlo lograrás en el tiempo que este camino se balancee con una visión más optimista del proceso, ya que estarás equilibrando las emociones que se van soltando, con otros aspectos positivos de tu forma de ser.

Practícalo al menos tres a seis meses seguidos, diariamente.

Animarse a pedir ayuda en forma progresiva

La inteligencia emocional es una de las herramienta que te puede ayudar a lograrlo. Esta teoría tiene un ámbito privado para experimentar, con el reconocer lo que vas sintiendo, la auto regulación de las emociones y la motivación intrínseca. A su vez, impulsa en su ámbito externo, el desarrollo de la empatía y de las habilidades sociales al interactuar con otras personas.

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Son, justamente, las habilidades sociales las que te invito a explorar empezando a pedir ayuda en situaciones sencillas, para luego avanzar en la auto confianza interna que surgirá al saber que puedes desactivar esa sensación de “peligro” cuando lo haces, y aprender a confiar.