La última década seguramente será recordada como un período signado por un gran desarrollo tecnológico, que ha generado cambios muy significativos en todo el mundo. Como ejemplo de las nuevas tendencias podemos mencionar la consolidación de la inteligencia artificial, con un potencial de crecimiento que se hará cada vez más evidente en los próximos años.

La ampliación del uso de internet, el aumento de las velocidades de transmisión de datos y la disminución de sus costos, hace imposible pensar una sociedad que no esté online la mayor parte del tiempo.

Este desarrollo de tecnología y tendencias se vio incrementado significativamente por efecto de la pandemia y tuvo un crecimiento explosivo al tornarse insustituible para la comunicación humana, en todo el mundo y abarcando todos los aspectos. Desde abuelos que conversan con sus nietos, operaciones comerciales internacionales, atención médica online, clases para todos los niveles, entrenamientos corporales…, hasta todo lo que podamos llegar a imaginar.

Podríamos decir que es la gran epidemia mundial que por primera vez se sigue en directo y por streaming, con una cantidad de información tan grande, diversa y tendenciosa, que no tenemos capacidad de filtrarla y asimilarla.

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¿Estaremos construyendo un mundo donde lo habitual será el refuerzo de lo individual y la comunicación online predominará por sobre lo presencial, social y colectivo?

Personalmente percibo que sigue presente el deseo de regresar al contacto humano, al mate compartido, a la caricia y la proximidad, en un proceso de latencia que se fortalece y debilita en forma espasmódica, como un ser vivo que se resiste a ser asfixiado.

Tal vez los más chiquitos, nacidos en plena distancia social, tengan menos añoranza de aquellos tiempos de espontaneidad mimosa, tan característica de nuestros pueblos latinos; sin embargo, también ellos están muy necesitados de calor humano.

Para que podamos atravesar este tiempo más felices y no perder nuestra condición de seres sociales y sensoriales, propongo hacer cosas simples, con frecuencia diaria, que mantengan fresca y presente esa necesidad de contacto y reduzcan la distancia social sin peligro.

Para eso, al despertar cada día me programo para realizar no menos de tres contactos para mantener viva la llama de la comunidad, de la proximidad y el cariño expresado, sin transgredir los cuidados necesarios para este momento. La tarea consiste en comunicarme con conocidos, familiares, amigos, colegas, para que a su vez entusiasmen a otros y se genere un contagio positivo a través de un virus de expresividad afectiva.

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Te invito a llamar a varias personas para saludarlas, saber cómo están, establecer una conversación sin otro objetivo que recordarles tu aprecio y hacerles sentir que extrañás su presencia. En lo personal, prefiero hacerlo por teléfono, lo siento más íntimo que otras formas de comunicación.

A veces, dependiendo del grado de intimidad o cariño, la propuesta puede ser caminar juntos, pasar un momento en un parque o plaza, andar en bicicleta o tomar un café al aire libre. Lo más importante: no dudar en expresar afecto sincero y el deseo de estar cerca a pesar de la distancia necesaria.

Tal vez podamos ayudar a instalar la retrotopía de la que nos habla Sygmunt Bauman: un lugar imaginado al cual podamos regresar en la búsqueda del equilibrio entre libertad y seguridad, aspiraciones que hoy nos parecen tan lejanas.