A menudo podemos vernos repitiendo comportamientos, sin saber exactamente por qué lo estamos haciendo. Ya sea fumar, trabajar en exceso, comer compulsivamente, mantener una relación tormentosa o mirar el móvil cada dos minutos. Existe una gran variedad de formas de actuar cuya motivación muchas veces no es evidente, ni mucho menos consciente.

Como es habitual, la causa de la adicción normalmente se achaca a una causa externa, en este caso las diferentes sustancias adictivas como los opiáceos, la nicotina o el alcohol. Sin embargo, la reacción que estas sustancias generan en nuestro cuerpo no es otra cosa que la estimulación de diferentes neurotransmisores asociados con el placer, como la dopamina, la serotonina o las endorfinas.

Tenemos la capacidad de generar estos neurotransmisores de forma natural, sin embargo, las personas adictas buscan sobre-estimular estos centros neurológicos a través de sustancias o acciones que acaban transformándose en compulsiones.

El profesor de psicología Bruce Alexander ha estudiado las adicciones durante décadas, llegando a unos resultados revolucionarios que contradicen todo lo que popularmente se pensaba sobre las drogas adictivas.

Veamos uno de sus experimentos: Estudió a una rata encerrada en una jaula con dos recipientes de los que podía beber: uno de agua potable y otro de agua con heroína. En este ambiente la rata consumía el agua adulterada con la droga hasta tener una sobredosis y morir. Sin embargo, para poder validar este experimento, se planteó llevar a cabo el mismo estudio con un grupo mayor de ratas, hembras y machos, que convivían en lo que podría llamarse un “parque de atracciones” para ratas. Curiosamente, en este ambiente, en el que podrían jugar, relacionarse entre ellas y reproducirse, solamente bebían agua potable, y ninguna consumió agua con heroína.

En siguientes estudios estudios intentó probar esta misma influencia del ambiente en seres humanos. En este caso se estudió a los militares que volvían de la conocida y cruenta guerra de Vietnam. En aquel ambiente bélico, el 20% de los soldados del ejército norteamericano consumían recurrentemente heroína. Según la teoría clásica sobre adicciones se suponía que, al volver a sus casas, ya habrían desarrollado la adicción y proseguirían con estos hábitos nocivos. La sorpresa fue descubrir que el 95% dejó de consumir heroína una vez había cambiado el ambiente en el que vivían.

De igual forma, las personas que son tratadas después de una operación con diamorfina – una droga más potente aún que la heroína-, no desarrollan adicciones una vez son dadas de alta, ya que regresan a un ambiente emocional del que no tienen la necesidad de evadirse. Existen muchos más estudios y meta-análisis que refrendan esta hipótesis.

Como vemos, en última instancia no es la droga en sí la causante de la adicción, sino la dependencia del estado conseguido a través de la misma. Por ello podemos afirmar que el ambiente emocional es un factor determinante en el desarrollo de adicciones.

Las adicciones sirven a las personas para evadirse de una situación o ambiente conflictivo que no saben afrontar, por no tener las herramientas o capacidades necesarias. Del mismo modo, podemos considerar que existen también adicciones o dependencias emocionales, mediante las cuales una persona se hace dependiente de alguien externo, que sirve –al igual que el resto de adicciones- de paliativo para su propio malestar, resolviendo esta tercera persona aquello que el individuo no sabe solucionar por sí mismo.

El consumo de drogas o los comportamientos adictivos sirven de evasión frente al ambiente en el que estamos viviendo.

Cuando nos desconectamos de nuestro entorno, por no saber gestionarlo emocionalmente, surgen las adicciones como una nueva forma de conexión, en este caso con una sustancia o comportamiento determinado con el que establecemos una relación de dependencia.

John Grant, psiquiatra y director de la Clínica de Trastornos Adictivos, Compulsivos e Impulsivos de la Universidad de Chicago afirma que: “Cualquier realidad que reporte una recompensa excesiva, cualquier elemento de efectos euforizantes o calmantes, puede crear adicción. Que llegue o no a crearla depende de la vulnerabilidad de la persona, influida por la genética, la ansiedad y la depresión, entre otros factores. No todos desarrollamos adicciones.”

Por ello, la Bioneuroemoción propone, en estos casos, el estudio de la historia familiar y la herencia epigenética para comprender qué predispone a una persona a tener una personalidad adictiva. Además, será de enorme utilidad conocer el contexto donde se ha desarrollado la adicción para comprender cómo superar esta dependencia emocional.

Cuando somos capaces de interpretar y reaccionar de una forma más adaptativa frente a nuestro entorno, las adicciones dejan de tener sentido. Mediante este cambio de percepción, y el desarrollo de aquellas habilidades que permiten al individuo desenvolverse con una mayor madurez emocional, modifica su forma de percibir su realidad; y puede elegir, esta vez sin condicionamientos, una forma más saludable de relacionarse con sí mismo y con el mundo.

 

"Todas las adicciones, le contó, no eran más que formas de tratar un mismo problema. Las drogas, el exceso de comida, el alcohol o el sexo, todo era una simple forma de encontrar la paz. De escapar de lo que conocemos. De nuestra educación. Era nuestro mordisco a la manzana."

Chuck Palahniuk, "Asfixia" (2001).