Fobias, obsesiones, ataques de pánico. Son solo algunos de los problemas derivados de la ansiedad.

Tener un trastorno de ansiedad no es sentir nervios antes de un examen o una entrevista laboral. Se trata, en palabras de Elvira Lindo, de “tener un alien en el estómago y convivir con el monstruo de por vida”.

Un alien en el estómago, y una radio en la cabeza que no para de decirte lo mal que estás, lo poco que vales, lo fracasado que puedes llegar a ser.

La preocupación constante es uno de los rasgos más grandes de ansiedad, y los pensamientos rumiantes también. Los ansiosos están todo el tiempo escuchando y procesando sus pensamientos. Y lo que es peor, actuando en consecuencia.

“Todos me juzgan y hablan mal de mí”, piensa el ansioso, y se esfuerza por ser mejor, por no darle motivos a los demás. Pero claro, los seguirán teniendo. Y si no los tienen, igual la persona que tiene ansiedad lo seguirá creyendo.

“Estoy solo, nadie me entiende”, se repite una y otra vez quien padece ansiedad, mientras se retrae sobre sí mismo para protegerse.

“El mundo está lleno de peligros”, repite el ansioso, una y otra vez. Y un día, en cualquier lugar, empieza a sentir que va a morir. Está teniendo un ataque de pánico.

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No eres tus pensamientos

El verdadero problema de la ansiedad es cuando empiezas a creerle a tus pensamientos. Cuando la idea de que todo está mal se te aparece como una verdad absoluta.

Si actúas de acuerdo a lo que piensas, pierdes el poder de manejar las cosas. Si te crees las mentiras que te dice tu ansiedad, caerás en sus garras.

¿Cuántas veces has pensado en un rico helado mientras comías una ensalada en una dieta? Seguramente, más de una. ¿Alguna vez esa ensalada se convirtió en el helado, por mucho que pensaras en ello?

Sólo cuando has actuado de acuerdo a tus pensamientos, y has corrido a comprar el famoso helado. Las acciones son reales. Las acciones te definen. Las acciones son las que demuestran quién eres.

Tus pensamientos no. Son historias. Nada más que historias.

Empiezas a sufrir de verdad cuando lo olvidas, y les das más importancia de la que tienen.

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Buscar ayuda no es una debilidad

Un trastorno de ansiedad debe tratarse con un profesional, eso está clarísimo. Tampoco hay que creer que todo lo que nos pasa es producto de la ansiedad. También podemos estar estresados porque nos lo han puesto pesado en el trabajo, porque el dinero no alcanza, o porque hemos peleado con nuestra pareja.

Sentirse triste, nervioso o cansado de vez en cuando no es necesariamente producto de la ansiedad. Es, más bien, producto de nuestra condición de humanos.

Pero es importante que no tengas miedo de pedir ayuda. De reconocer tu vulnerabilidad. De expresar tus sentimientos. Pedir ayuda no es ser débil, más bien todo lo contrario: es decidirte a estar mejor.

Recuerda: no mereces sufrir por las mentiras de la ansiedad.

Fuentes:

El País
EnamorandoMe