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La leche materna es reconocida mundialmente como el alimento más nutritivo que los recién nacidos pueden consumir durante sus primeros meses. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que debe ser el único alimento que los bebés deben ingerir durante sus primeros seis meses de vida. A partir de ese momento, se debe intercalar con otros alimentos hasta que el niño cumpla 2 años.
Los beneficios están comprobados: potencia el sistema inmune, protege contra la diarrea, reduce el riesgo de sobrepeso u obesidad en la adolescencia, reduce el riesgo de infecciones y malnutrición, y previene enfermedades que afectan frecuentemente a recién nacidos, como la neumonía.
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A pesar de los beneficios y de la buena disposición que pueda tener una madre, algunas mujeres tienen dificultades o sufren dolores o insuficiencias cuando tratan de amamantar.
En el marco de la Semana Mundial de la Lactancia Materna, que se celebra del 1 al 8 de agosto, te contamos cuáles son los problemas más comunes, y algunos consejos que pueden aplicarse para prevenirlos.
Producción insuficiente
La pérdida excesiva de sangre durante el parto, la presencia de fragmentos retenidos de placenta, los desórdenes hormonales y las insuficiencias del tejido mamario son algunos de los factores que evitan que muchas mujeres produzcan la cantidad necesaria de leche para cubrir las necesidades de su bebé.
Una de las soluciones más comunes es tener tanto contacto piel a piel como sea posible durante la lactancia, para estimular la producción de oxitocina y así equilibrar la secreción de leche. Otra alternativa es utilizar extractores de leche para obtener suficiente líquido y tener un suministro constante.
Exceso de producción
Algunas mujeres, en cambio, producen leche de más. Durante las primeras semanas, el cuerpo está aún aprendiendo a equilibrar la producción y puede que ocurran pérdidas de leche por secreción excesiva.
Para esto, se recomienda que la madre extraiga manualmente algo de leche antes de cada toma, para reducir la presión que recibirá el bebé, y colocar una copa en el otro pecho para recoger las pérdidas.
Eso sí, la leche recogida en la copa debe utilizarse inmediatamente con el bebé. De lo contrario se debe recoger en un envase estéril y guardar en el refrigerador por un máximo de 24 horas.
Pérdida de leche
Especialmente durante las primeras semanas, algunas mujeres pueden experimentar pérdida de leche en ocasiones en las que no están amamantando a su bebé.
Puede pasar durante el día, mientras duermen o cuando escuchan llorar a un bebé que no es suyo, pues es un reflejo instintivo que activa la producción de leche.
Como solución, se pueden utilizar discos absorbentes, ya sean desechables o lavables. Se colocan dentro del sostén y se mantienen puestos durante el día para recoger el exceso de leche.
Agarre deficiente del bebé
Para que el bebé reciba leche durante la lactancia, es necesario que tenga un agarre suficiente de succión. A algunos bebés les cuesta tenerlo, debido a que su madre tiene el pezón plano o invertido, o porque tuvo un parto prematuro.
En el caso de pezones planos o invertidos, la madre puede usar formadores de pezones en el interior del sujetador, que aplican ligera presión para sacarlos hacia afuera.
En el caso de bebés prematuros, se puede utilizar una pezonera, que reduce el dolor de la madre, y le da al bebé un objetivo más grande y cómodo para succionar.
Dolor y sensibilidad en los pechos
La succión de los bebés puede provocar dolor en los pezones, que si no se tratan a tiempo, pueden causar lesiones conocidas como grietas, que intensifican el dolor y dificultan la lactancia.
Para calmar el dolor y sensibilidad, se pueden limpiar suavemente con algodones humedecidos en agua después de las tomas del bebé. Luego, se pueden secar al aire o frotarlos suavemente con una toallita muy limpia y suave. La humedad causa infecciones, así que hay que evitarla a toda costa.
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