Hoy quiero compartir contigo una experiencia personal que quizás también a ti pueda ayudarte o te sientas identificado.

Nos hemos acostumbrado a lo largo de los años a que, frente a cada dolencia o molestia que sentimos (ya sea en nuestro cuerpo físico o a nivel emocional) hay un profesional que, de cierto modo, puede guiarnos hacia nuestra sanación.

Sin embargo, esto muchas veces nos hace involuntariamente depositar en ese otro la solución a nuestros desequilibrios internos, que es la manera en que algunos entienden las enfermedades.

Con esto no quiero subestimar el labor de los profesionales ni la gravedad que tienen ciertas enfermedades; pero sí quisiera poder compartir mi experiencia, ya que, a menudo, a personas como a mí las afectan ciertos desequilibrios que no tienen una razón física tan clara y cuya raíz podría ser emocional.

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Hace algunos años me diagnosticaron colon irritable. Claro que ésta, en comparación con otras enfermedades o síndromes, resulta de una gravedad muy leve. Sin embargo en mí se ha convertido en una cuestión que consume gran parte de mi energía todos los días.

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Invierto gran parte de mi tiempo pensando qué comeré, con qué lo comeré, y si aquello será bien tolerado por mi cuerpo o me generará inflamación dolor y molestias.

Me he realizado hasta ahora numerosos estudios que parecieran indicar que físicamente no presento ninguna intolerancia que pueda generar el síndrome que padezco. Sin embargo, yo puedo dar crédito a la inflamación que siento todos los días.

Ahora bien, lo que quiero compartir contigo es algo que me ha brindado información para poder encarar de otra manera este desequilibrio que siente mi cuerpo físico.

En varias oportunidades hasta hoy he tenido la posibilidad de tomarme algunos días de descanso, haciendo pequeños viajes, de muy corta duración y distancia. Pero eso no importa.

Resulta que en ellos no me es tan sencillo encontrar alimentos saludables que cumplan con todas las recomendaciones que se ajustan a la dieta que llevo.

Sin embargo cuando estoy de viaje esa inflamación que tanto me molesta disminuye considerablemente.

Luego de varias veces en que me sucedió lo mismo he caído en la cuenta de que estas dolencias posiblemente tengan su raíz en alguna otra cosa.

Dicen que el intestino es el segundo cerebro cuerpo. Se vincula con la capacidad de absorber los nutrientes que vienen en los alimentos y de desechar, al mismo tiempo, aquello que resulta tóxico.

Pues bien, resulta que cuando yo me encuentro bien, cuando estoy ocupada con otras cosas que me hacen feliz, que me generan bienestar, que me ponen ante nuevas situaciones y experiencias, es ahí donde mi segundo cerebro no genera inflamación.

Por lo tanto, he sido capaz de aprender que mi cuerpo, mis emociones y mi espíritu no están uno separado del otro, sino que formo una integridad tal que algo que posiblemente esté molestándome, que esté obstaculizando o bloqueando mi capacidad para nutrirme, algo que no me esté haciendo bien (una situación, una relación, un pensamiento recurrente, etc) pueda estar generando esto en mi cuerpo físico.

¡Y no sin una razón! La de llamarme la atención y hacerme mirar hacia adentro.

Prueba

Hoy quiero compartir este aprendizaje contigo, ya que quizás tú también tengas alguna dolencia o molestia menor y no puedas determinar realmente cuál es su causa.

¿En qué consiste la "prueba"? Te invito a que te tomes el tiempo para dejar de pensar, para dejar de hacer foco en esa parte física... ¿Qué pasa con tu molestia o dolor cuando por un momento simplemente te dispones a garantizarte tu propio bienestar?

Haz la prueba. Tómate el tiempo para disfrutar y observa qué es lo que pasa con tu cuerpo físico. Entiéndete como una unidad y trátate como esa unidad. Lo que sucede en tus emociones, en tu cuerpo físico y en tu espíritu son aspectos o manifestaciones de una misma cosa.

Escúchalo entonces.

Te auguro un feliz recupero de tu bienestar.

Namasté.

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