¿Qué estaban haciendo tus padres a tu edad?

Hoy la respuesta puede sorprender a muchos. Eran tiempos diferentes. Había más prestaciones, sin necesidad de un título se podía conseguir un buen trabajo, un auto y crédito para un hogar.

Hoy las cosas son muy distintas, pero aún conociendo esta realidad, tendemos a sentirnos menos al saber que a nuestra edad nuestros padres ya eran adultos responsables, mientras que nosotros nos sentimos como adolescentes jugando a tener responsabilidades.

Esta forma de pensar la tenemos desde que somos niños. La adquirimos al ver cómo los adultos viven con responsabilidades y tienen actividades que en ese momento nos cuesta comprender. Así se genera una imposibilidad para imaginar a nuestros padres como niños de nuestra edad, jugando y divirtiéndose.

El síndrome del impostor

Esa inseguridad sobre los demás se queda con nosotros. Por esta razón es muy común que en algún momento de nuestras vidas desarrollemos el síndrome del impostor, caracterizado por una sensación de que somos un fraude, que no estamos haciendo las cosas bien y que mientras los demás saben lo que hacen, nosotros estamos donde estamos por pura suerte o coincidencia, no por nuestras capacidades.

Incluso llegamos a sentir que sí somos parte del público, pero nunca de las personas que viven bajo los reflectores de la vida. Nos convencemos de que ahí pertenecemos, porque no tenemos derecho a ser admirados u ovacionados. El síndrome del impostor nos hace pensar lo peor de nosotros y lo mejor de los demás.

Esto ha existido desde siempre. Pensamos que los demás son exitosos, que están trazando el camino que nosotros queremos pero que somos incapaces de hacer, por lo que nos resignamos a nuestra tristeza que crece con el tiempo y nos inmoviliza más. Sin embargo, hay un nuevo factor.

La selfie perfecta

Las redes sociales han causado un grave daño a la psicología humana. La gente muestra lo que quiere que los demás vean y muchos llegan a saturarse de perfiles de conocidos que están viajando, viviendo una vida de lujos o que están creando un verdadero impacto en la sociedad, mientras ellos se sienten que no pueden hacer nada similar.

La realidad es que todos vivimos enfrascados en nuestros problemas y consideramos que el resto sí es capaz de alcanzar el éxito.

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El antídoto

Fingir para lograrlo es algo real. Es por eso que muchas personas sólo suben las cosas buenas a Instagram. A pesar de la baja autoestima que provocan en otros, es su manera de validar que sí están logrando algo, creando un mosaico de éxito que les sirva de motivación. Pero no es la única manera. El otro camino consiste en ser empático, entender que los demás tienen tantos problemas como nosotros y a pesar de las dudas, la inseguridad y el miedo, salir adelante; intentarlo y dejar atrás el síndrome del impostor.

Fuente:

The School of Life

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