Teria es el nuevo nombre para describir al trastorno de evitación o restricción de la ingesta de alimentos. Consiste en una dieta restrictiva que nada tiene que ver con el miedo a aumentar de peso. Tampoco hay distorsión de la imagen corporal. La evitación pasa por un disgusto o miedo a la comida, o a sufrir atragantamientos o vómitos.

No debe confundirse con la neofobia alimentaria, que es una etapa normal en el crecimiento de los niños y consiste en el rechazo a probar nuevos alimentos. Tampoco con mañas o caprichos. Según Juana Poulisis, médica psiquiátrica, “es muy importante entender que alguien con teria no es un caprichoso ni un selectivo. Es un trastorno psiquiátrico, atrás hay rasgos biológicos y está relacionado con el funcionamiento del cerebro: algo generó los hábitos y las selecciones de la comida”.

También es importante aclarar que este trastorno no tiene su origen en la dificultad para adquirir alimentos ni en prácticas culturales ni religiosas.

LOS tres TIPOS DE TERIA

El trastorno puede presentarse de tres maneras diferentes:

1. Como evitación o asco por las características del alimento, por ejemplo su sabor, color, olor, textura, temperatura, etc.

2. Como miedo a atragantarse o vomitar que no está relacionado a alteraciones funcionales, por ejemplo el reflujo.

3. Por una falta de interés por comer o alimentarse.

La edad de comienzo de la enfermedad ser alrededor de los 9 años y es frecuente tanto en niñas como en varones. Puede ocurrir también en conjunto con otras patologías, como trastornos de ansiedad, ataques de pánico y trastorno obsesivo compulsivo, pero no es frecuente la asociación con depresión, como sí ocurre en otros trastornos alimentarios.

SUS RIESGOS PARA LA SALUD

La desnutrición y el déficit de vitaminas y minerales son sus mayores riesgos. Dependiendo del grado de restricción y pérdida de peso, los pacientes pueden ser forzados a recibir alimentación artificial con sondas o al uso de suplementos, que muchas veces terminan agravando el cuadro psiquiátrico.

rechazar pan

La misma desnutrición puede conducir a problemas de crecimiento, interrupción de la menstruación o la ausencia de su manifestación, cansancio, anemia, fatiga y problemas cardiovasculares. La enfermedad altera también las relaciones interpersonales y familiares, genera asilamiento, discusiones familiares durante la comida, bajo rendimiento escolar, etc.

¿CÓMO ACTUAR FRENTE A ESTE TRASTORNO?

En primer lugar, haciendo una consulta con un especialista en trastornos alimentarios que pueda, con el tiempo, arribar al diagnóstico y armar un equipo interdisciplinario. Como en toda enfermedad, conocer el nombre y de qué se trata es clave para saber cómo manejarse.

Parte del tratamiento consiste en la exposición reiterada del paciente al alimento rechazado, y esto exige que los padres sean pacientes y capaces de entender y respetar el ritmo de la enfermedad, sin forzar ni obligar a los chicos a comer. Los especialistas aconsejan además, mantener un clima relajado y ameno durante la comida familiar, evitando discusiones y momentos tensos para no aumentar el rechazo a la comida.