Estamos en épocas de cambios vertiginosos: todo transcurre a tal velocidad, que las personas rara vez terminamos de adaptarnos a ese ritmo.

En verdad, lo que sí hacemos permanentemente es sobre adaptarnos, que tiene que ver con hacer un esfuerzo extra para ajustarnos física, mental y emocionalmente para poder responder lo mejor posible a los estímulos y situaciones que se van presentando.

La pregunta es: ¿qué sucede cuando lo hacemos durante meses y años en forma continuada? La respuesta: síndrome de burnout (“quemado”).

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Un hombre trabaja cansado

El burnout acaba de ser catalogado como enfermedad, y como uno de los causantes de trastornos mentales, según la última Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en mayo de 2019.

Esta enfermedad es descripta por la OMS como “un agotamiento físico y mental debido al estrés crónico asociado con el trabajo y el desempleo”, y aparece cuando la persona no logra gestionar convenientemente y con éxito sus responsabilidades laborales. Las consecuencias están a la vista: sentimiento permanente de falta de energía o agotamiento aumento de la distancia mental respecto al trabajo (menor involucramiento) o sentimientos negativos o cínicos hacia él (“me da igual”); además de una eficacia de desempeño notablemente reducida.

Un aspecto importante para tener en cuenta es que sentir cansancio y estrés en forma temporal o por picos de trabajo no es necesariamente síntoma de burnout. Para llegar a ese punto deben darse ciertas condiciones, como puntualiza la Licenciada en psicología Mónica Muruaga, en su libro “Preparados, listos, out”, coautora con quien firma este artículo:

- Se considera que el estrés por desgaste se produce cuando se extiende entre uno y tres años seguidos.

- Aparece la despersonalización: no te reconoces como la persona que sabes que eres en esencia. Manifiestas la ira, el enojo, la tensión permanente.

- Baja muy notablemente el rendimiento y tu autoestima laboral: tienes la sensación de que estás trabajando mal, te sientes inferior al resto, cualquier tarea menor te parece que te sobrepasa y que no estarás a la altura de lo que se espera de ti; falta de iniciativa y sentimiento de abatimiento; no quieres ir a trabajar y te cuesta levantarte, entre múltiples manifestaciones.

Para las empresas y organizaciones es sumamente grave dejar pasar los síntomas tempranos, como falta de involucramiento del trabajador, ira, problemas de comunicación, aislamiento, poca participación en los equipos, y una tendencia al aislamiento y al ausentismo laboral pronunciado.

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Una mujer estresada en su trabajo

El cansancio de mitad del año y cómo afrontarlo

Las situaciones desafiantes de cualquier orden, como reorganizaciones, fusiones y cambios de directivos; los cambios permanentes en las condiciones de un país, como una baja en las condiciones de vida aceptables, confusión y caos social; y las transformaciones en general producen un impacto en lo físico y las emociones.

Estos son detonantes de estrés, el conocido proceso humano que aparece por la necesidad de generar una respuesta ante las condiciones externas que interpretas como una amenaza o un problema, y que, de tu lado, requiere de una serie de recursos tanto físicos como emocionales para afrontarlas.

Quiénes se estresan más

Sin importar la formación, edades ni el nivel socioeconómico o cultural, algunos detonadores o facilitadores de entrar más rápidamente en el estrés que puede llegar a un desgaste prolongado provienen de una auto exigencia en exceso, no permitirse cometer errores, tener una personalidad controladora, trabajar en entornos que castigan y hostigan a las personas, falta de flexibilidad para resolver situaciones, personas inseguras que quieren aparentar otra cosa para cumplir las exigencias, estar aferrado creencias limitantes del pasado que, aún hoy, siguen sosteniendo férreamente en su vida aunque no les funcionen, catalogar todo lo que pasa como un “problema” (sin diferenciarlo de asuntos a gestionar), resistencia al cambio y al progreso; miedo al futuro, gente con poca capacidad de reinvención personal y profesional, o por tener escasa tolerancia a la decepción y a la frustración.

Técnicas de afrontamiento

Es necesario aprender a gestionar el estrés cotidiano. Sin embargo, sostenido en el tiempo, se produce un efecto de desgaste que va carcomiendo internamente la capacidad de respuesta natural de los seres humanos. Allí suelen aparecer síntomas de leves a severos, y que es necesario atender con los profesionales médicos y de la salud mental lo antes posible.

Aquí van estas sugerencias prácticas para poner en marcha de inmediato ante el menor síntoma de estrés:

1. Pedir ayuda profesional ni bien se toma consciencia. Hacerse un chequeo médico completo una vez por año, incluyendo los aspectos psicológicos que correspondan.

2. Crearse una red de apoyo y contención.

3. Aceptar la falibilidad y la vulnerabilidad como cualidades positivas.

4. Animarse a expresar las emociones en el ámbito personal y profesional: en este sentido, sugiero implementar un programa de Innovación Emocional para todos los colaboradores para acompañar los procesos en el trabajo.

5. Aceptar que la perfección no existe en las personas: podemos aspirar a la excelencia.

6. Dar pequeños pasos, y entrenarse en mantener objetivos pequeños para ir reconquistando de a poco la auto confianza interna.

Una mujer estresada con la cabeza apoyada sobre la mesa

7. Desconectar del trabajo fuera de los horarios acordados.

8. Elegir qué tipo de batallas quieres pelear: no es necesario subirse a todas las discusiones ni opinar de todo en las redes sociales.

9. Aprender a organizar mejor las tareas: poner sobre la mesa en el trabajo las dificultades operativas, y hacer acuerdos sostenibles en el tiempo.

10. Cuidar la energía personal en el intercambio con otros en situaciones negativas: hacer aportes de valor y calidad para sumar, y no restar.

11. Dedicarse tiempo personal: por más que tengas una agenda muy comprometida, es fundamental rescatar tiempo para la familia, amigos y para hacer alguna actividad placentera que te desconecte totalmente de aquello que te estresa.

12. Aprender a gestionar las emociones y elegir la mejor actitud posible en cada situación desafiante.

13. Cuidar la alimentación, mantener un estado físico saludable, hacer ejercicio.

14. Aprender cosas nuevas para salir del estrés cotidiano.

15. Ayudar a otros y dar servicio participando de actividades que te enaltezcan más allá de tu rol profesional. Incluso el hecho de acoger una mascota de un refugio reconectará con emociones vitales que creías perdidas.

¿Qué te parecen estos consejos? ¿Estás dispuesto a aplicarlos? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente:

Daniel Colombo