En mi adolescencia peleé mucho con mi familia. Siempre quería diferenciarme de ellos, y vivía quejándome de cuánto querían controlarme.

Pero, por suerte, la vida es sabia y esta etapa fue cediendo su paso a otras. Hoy soy madre de Felipe, de tres años. Mi familia ya no es de quien quiero alejarme, sino que disfruto de su compañía. Veo a mis padres pensando que en algún momento ya no estarán y queriendo compartir con ellos mi propia familia, la que armé con Teo (mi esposo) y Feli. Más allá de las diferencias, ¿no? Porque no desaparecen por arte de magia, sólo que ya, para mí, no pesan tanto.

[También te puede interesar:Enfermera muestra cómo dormir a un bebé rápidamente y se hace famosa en las redes]

Por eso hoy quiero compartir contigo algunas cosas que aprendí de mi familia, a partir de construir la mía con Teo (mi esposo) y Feli.

[También te puede interesar:Las cosas más escalofriantes que los niños le han dicho a sus padres]

La importancia de la protección

La sobreprotección y el control excesivo no son buenos nunca, pero cuando querés mucho a alguien sí o sí buscás protegerlo, cuidarlo, guiarlo o, al menos, estar ahí por si las dudas.

Los errores son humanos

Muchas veces me enojé con mis padres y les reproché la forma en que me criaron, pero ahora entiendo que no es tan fácil ser padre, y que uno se equivoca haciendo. Sé que no soy perfecta, y ellos tampoco lo fueron conmigo. Pero creo en que todo va evolucionando hacia algo mejor.

Aprender de la proyección

Otra de las cosas que les reproché a mis padres fue depositar en mí sus propios deseos o fracasos. Hoy me cuesta mucho no hacerlo con mi hijo, pero es un desafío que asumo cada día para que, más allá de lo que le esté transmitiendo solo con mi manera de ser, no le sume ningún otro condicionamiento y pueda ser lo más libre posible.

Ser responsable de otro

Así como uno ama mucho a alguien, también siente la responsabilidad de cuidarlo. Y en esto, puede también que a veces nos equivoquemos, por miedo, por ejemplo. No es fácil ser responsable por el bienestar de otro, pero también hay que aprender a aceptar que no todo puede controlarse.

El amor incondicional

Por último, aprendí lo importante que es el amor para crecer, casi tanto como el alimento. Es importante sentirnos amados, cuidados, deseados. Y eso, es una de las cosas que más le agradezco a mi familia. Porque más allá de las diferencias, nunca me faltó ese amor incondicional que hoy busco transmitirle a Feli para que siempre sepa que aunque no esté cerca, puede contar conmigo.