Normalmente dejamos que nuestras mascotas nos laman tranquilamente, pues lo tomamos como una señal de que nos aman y sienten cariño por nosotros. Sin embargo, y aunque en general suele ser inofensivo y podemos pasar la vida sin siquiera enterarnos de sus peligros, este acto puede tener graves consecuencias.

Greg Manteufel es un hombre de 48 años y amante de los animales que vive en Wisconsin, Estados Unidos. El pasado 27 de junio comenzó a sentirse mal y en cuestión de horas su cuerpo entró en un shock séptico, según explicó su familia en su página de GoFundMe para poder cubrir sus gastos médicos.

Cuando Greg fue llevado a la clínica, los doctores confirmaron que estaba padeciendo de una sepsis. La sepsis o la septicemia es una afección en la que el cuerpo responde de manera agresiva contra una infección.

Fuente: Playground

Esta enfermedad puede llegar a complicarse mucho, y algunas de las personas que llegan al hospital para tratar esta afección no sobreviven, pues las sustancias químicas liberadas por el cuerpo para combatir la infección se esparcen por el torrente sanguíneo y causan una inflamación generalizada que infecta órganos internos y extremidades.

En el caso de Greg, primero tuvieron que cortarle los pies. Después, cortaron las piernas por debajo de la rodilla y, finalmente, las manos. Ahora mismo están luchando por salvar su nariz.

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Pero ¿cómo contrajo Greg esta enfermedad? Todo sucedió con un lametazo de su perro, pues con el contacto Greg contrajo una bacteria llamada Capnocytophaga canimorsus, que vive en la boca de un 57% de gatos y un 74% de gatos sanos. La transmisión a través de la mordida es más probable, pero como se puede observar en este caso, puede trasmitirse de otras formas.

Aunque en los animales esta bacteria no representa un peligro, en nosotros puede causar sepsis severa, shock séptico fatal, gangrena de los dedos y extremidades, meningitis, endocarditis e infecciones oculares. Aún así, la probabilidad de infectarnos con el contacto de nuestros animales es muy baja, pero es posible.

Fuentes:

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Mayo Clinic