Con toda luna nueva, inicia un ciclo. Silencioso, como en todo comienzo, vamos a oscuras sin saber muy bien a dónde nos lleva. La impronta taurina marca el paso: corporal, lento, potente, natural, sensorial. Se hace cada vez más difícil negarlo, y la energía vuelve a ponernos sobre la mesa la relación que tenemos con nuestro cuerpo y con la Tierra.

Urano, al lado de la luna, nos habla de cambios. Nuevas formas de ver, percibir y conectarnos con los demás. Algo nuevo encarna en esta tierra y en nuestra corporalidad. Una nueva forma de habitarnos. También algo que soltar.

Tengamos estas preguntas presentes, no solo por hoy:

¿Qué está cambiando en mi?

¿Qué cambios percibo alrededor mío, sobre todo en la naturaleza y los animales?

Miremos la novedad a los ojos registrando cómo se siente en nuestro cuerpo. ¿Qué me pasa con todo esto?

persona luna


Es probable que también aparezcan tensiones. Los cambios no son fáciles ni fluidos, hay resistencias y obstáculos. Es normal. No nos quedemos con esa última palabra y sigamos andando con paso firme como el toro, con calma y sin prisa. Usemos este tiempo que nos obliga a frenar y a quedarnos adentro, para hacer justamente eso, bajar el ritmo y conectar.

¿Qué estuve haciendo hasta acá y a donde me trajo eso hoy? ¿Qué recursos tengo? ¿Qué me falta? ¿Qué necesito? Es momento de reconocer con qué contamos y aquello que necesitamos, hacerle espacio o trabajar para alcanzarlo.

A pesar de que las puertas de las casas estén cerradas, hay otra dimensión que está mucho más abierta. Escuchemos. Escuchémonos y usemos este tiempo para aprender a hacernos bien.

En la oscuridad de la noche no solo contamos con nuestra vista, recordemos lo que tenemos, agudicemos todos nuestros sentidos para orientarnos mejor.

Cuando la luna está escondida, las estrellas se agrandan y encienden. Cuando la luna está escondida, ellas se encienden e iluminan todo a su alrededor.