Hoy quiero compartir con ustedes algo que me sucedió hace unos días atrás.

Salí, como todas las mañanas, a realizar unos trámites en el juzgado. Llevaba un pantalón claro, y una blusa suelta.

Estaba en mi período, así que no me encontraba de muy buen humor. Como suele suceder, el trámite duró más de lo previsto, entonces estuve un largo rato sin poder moverme ni cambiarme el apósito.

Al volver a casa, noté que varias personas me miraban de forma extraña. Un grupo de adolescentes que salían de la escuela se rieron cuando me vieron pasar por la calle, y un hombre en un auto me tocó bocina diciéndome una grosería que no alcancé a oír.

Entonces supe que había pasado eso a lo que le tememos todas las mujeres en nuestro período: me había manchado la ropa con sangre en público.

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Entre amigas siempre nos preguntamos unas a otras para chequear que todo esté bien. Pero esta vez estaba sola, y simplemente sucedió sin que me diera cuenta.

Llegué a mi casa muy angustiada y avergonzada por lo que me había sucedido. Lloré y me sentí una tonta por no haberme dado cuenta.

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Pero en ese mismo momento donde me quejaba por lo injusto de que las personas se burlaran de algo que me había pasado sin querer, y que además era natural, me dije: ¡qué tontería! ¿No?

No merece ni mis lágrimas ni mi vergüenza un proceso que es tan natural en mí como mujer. Si a los demás les causa vergüenza o asco, quiere decir que el tabú aún existe. La sangre puede verse en otros contextos, como en una película de acción, pero la sangre femenina está vedada. ¡Incluso para nosotras mismas en la intimidad! ¿A cuántas nos da impresión nuestra sangre?

Es momento de que libremos a la menstruación de su tabú y le demos la importancia que siempre tuvo como símbolo de vida, fertilidad y energía femenina.

Es algo que tenemos que hacer nosotras con nosotras mismas. En lo privado, primero, hacia adentro.

No hay nada de malo ni de vergonzoso en nuestro cuerpo. Entender esto es ganar la primera batalla del empoderamiento real de nuestro ser mujer. Te invito a hacer lo mismo. ¡Qué no te de vergüenza!