Sinónimo de sol y tranquilidad, el archipiélago de Cabo Verde se presenta al mundo como una opción inigualable para aquellos que pretendan escapar del frío y el ajetreo de las ciudades. Esta antigua colonia portuguesa se caracteriza por la amabilidad de sus gentes y su vibrante música. A unos 620 kilómetros de Dakar, capital de Senegal, desembarcamos en su mayor reclamo turístico, la Isla de Sal.

No hay que remontarse mucho para localizar el comienzo de la historia de sus asentamientos, pues hasta el siglo XIX sus tierras de origen volcánico se encontraban deshabitadas debido al constante calor y su situación remota. A partir de la década de los 80, la industria salina y el desarrollo turístico catapultaron el interés de viajeros de todo el mundo. Pese a ello, todavía se trata de un destino relativamente inexplorado, así que te invitamos a marcarlo en tu lista de deseos antes de que su popularidad ascienda.

El gobierno caboverdiano subraya la relevancia del turismo en la vida diaria de la población residente y es por ello que trata de simplificar al máximo los trámites burocráticos del viaje. Por ejemplo, un ciudadano de la Unión Europea que no desee permanecer más de 30 días no deberá solicitar un visado. En cambio, sí que es necesario un registro previo y el abono de la Tasa de Seguridad Aeroportuaria de 31€ al menos 5 días antes de volar.

Para evitar una dilatada espera a la llegada es muy aconsejable realizar la gestión online a través de EASE.

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Al aterrizar en esta pequeña isla africana estaremos situados en una posición central. Entre sus 30 kilómetros de largo y 12 de ancho lo más habitual es hospedarse en el área de Santa María, en la zona sur, y para llegar hasta allí nuestra recomendación es tomar un taxi.

La Playa de Santa María es, sin lugar a dudas, una de las mejores de la isla, ya que se encuentra resguardada del viento y la calidad de su arena es fantástica. Para aquellos que deseen iniciarse en las modalidades del kitesurf o windsurf aquí dispondrán de opciones bien consideradas a nivel mundial. A un simple paseo se encuentran Ponta Preta y Kite Beach, dos puntos excepcionales para la práctica de estos deportes gracias al viento intenso.

Al noroeste de Espargos, capital de la Isla, se erige uno de sus tesoros más especiales. El “Olho Azul” (Ojo Azul) es una gruta natural de 18 metros de forma circular cuyo espectáculo principal reside en la forma en que la luz del sol es reflejada por el mar, produciendo un efecto azul eléctrico impresionante. El enclave donde se encuentra, llamado la Buracona, es un lugar ideal para el buceo, darse un buen chapuzón o simplemente contemplar las maravillosas vistas.

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A tan solo 5 kilómetros al sur la localidad pesquera de Palmeira te fascinará. Exhibe calles de piedra y casas coloridas de estilo colonial, alojando además el puerto desde donde uno puede tomar el ferry a las islas cercanas. Continuando en dirección sur unos 10 kilómetros podremos ascender al Monte Leão, uno de los puntos más altos de la isla. Desde su mirador gozaremos de una extraordinaria panorámica de los alrededores.

Al este de Espargos se hallan las famosas Salinas de Pedra de Lume, cuya traducción literal sería piedra de fuego. Tras atravesar un angosto túnel nos toparemos con un antiguo cráter que fue absorbiendo agua del mar hasta convertirse en el área salobre actual. Es habitual ver a los viajeros bañándose para experimentar la sensación de flotabilidad del agua.

Con una media de 24°C, el sol radiante y perpetuo, la arena blanca, las aguas turquesas y los deportes acuáticos son los principales atractivos de esta joya remota. El aderezo a la receta lo ponen su acogedor y agradable pueblo y su sabrosa gastronomía, siendo la cachupa rica y una gran variedad de pescados frescos la base de su gastronomía.

“Morabeza” es un concepto local que se refiere a la hospitalidad y gentileza caboverdiana, su forma de ser relajada y su manera amable de dar la bienvenida a los extranjeros.