Las sociedades matriarcales, esas donde las mujeres tienen el rol predominante, fueron las primeras en la civilización. Antes, la mayoría de las religiones tenía el concepto de la diosa madre, que en general era como se le conocía a la Tierra. Mujeres como Innana en la mitología sumeria demuestran que incluso hace miles de años, la mujer gozaba de un poder que hoy la mayoría de las relaciones guardan para los hombres.

Por eso culturas matriarcales en la actualidad son vistas con asombro, pues no sólo van por un camino distinto al impuesto en el resto del mundo, sino que significa que han sobrevivido a siglos de transformaciones con su ideología intacta.

Una de estas sociedades es la Mosuo, o Na, como a ellas les gusta llamarse. Se trata de una etnia china en las provincias de Yunnan y Sichuan donde la mujer tiene el poder en el hogar y fuera de él. Aquí las mujeres no se casan, cumplen con un ritual llamado Tiesese o “matrimonio caminante” en el que distintos hombres visitan a la mujer, quien puede o no mantener relaciones sexuales con ellos, pero no una relación monógama como nosotros estamos acostumbrados.

Estos hombres pueden figurar en la vida de sus hijos, pero la mujer, quien vive en la casa familiar, es quien los cuida y las figuras paternas son los hermanos de la mujer. Ellos actúan como los verdaderos padres, pues su tradición dicta que también deben vivir en la casa familiar.

Sin embargo, la tradición se ha visto amenazada desde la llegada del comunismo durante el siglo pasado. En esa época, la tradición de las Na fue amenazada por una campaña de “un esposo, una esposa”, que buscaba erradicar cualquier tradición que no fuera la china. A pesar de que la revolución cultural terminó hace mucho, la idea se quedó entre los más jóvenes, que han salido de su pueblo a las ciudades y se han casado con otras personas.

Además, la creación de un nuevo aeropuerto también amenaza la cultura local, pues si el turismo llega por ellos y por la belleza natural que los rodea, esta nueva construcción acelerará el cambio drásticamente.

Por ahora un museo mostrando la vida cotidiana de las Na está en operación. Su vestimenta, su ideología y más son prueba de que las cosas no son así porque sí, los hombres no están en el poder porque así debe de ser, sino por una imposición, misma que es posible terminar y que daría paso a un mundo mucho más justo.

Fuente:

New York Times