Por Maite Moreno Ugartemendia

En Japón lo llaman “IKIGAI” y se traduce como la razón por la que te levantas cada mañana, en la filosofía hindú se habla del “Swadharma”, la vocación única y especial de cada persona, una corriente psicoterapéutica entera, la logoterapia, se crea alrededor de este concepto, los académicos lo eligen como tema de investigación, gurúes de la empresa publican libros sobre su importancia, y hasta la charla TED más vista de la historia habla del propósito. ¿Qué es y qué no es este tema que apasiona a multitudes?

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Lo que se suele entender por propósito

Desde un punto de vista instrumental y práctico, un propósito es un objetivo futuro que ayuda a tomar decisiones en el presente. Un ejemplo muy cotidiano: si quiero agasajar a una amiga con una cena especial, tendré que decidir qué cocinar, los ingredientes a utilizar, elaborar el plato, servirlo. Cuando hablamos del propósito, en general, nos estamos refiriendo al propósito de vida, que ciertamente es más amplio y abarcativo que decidir qué comer.

El propósito de vida es un objetivo central de nuestra existencia. Si lo elegimos con conciencia y lo recordamos con frecuencia, éste permea la mayoría de las decisiones que tomamos. Por ejemplo, si deseo convertirme en médica, tendré que tomar decisiones más significativas como elegir en qué universidad estudiar, y otras decisiones menores, como cuándo comprar los apuntes. Ambas alineadas al objetivo que tracé y muy necesarias para cumplirlo.

Una de las virtudes de tener nuestro propósito definido es que nos marca una dirección hacia donde enfocarnos. Y haber elegido ese norte y no otro tiene uno (o varios) “por qué”. En otras palabras, esa elección no es azarosa sino que está cargada de sentido para la persona que lo elige. Siguiendo con el ejemplo, puedo querer convertirme en médica por mandato familiar mientras que otra persona puede hacerlo porque desea mejorar la salud pública. Sean cual sean los motivos que llevan a la persona a embarcarse en ese camino, el propósito actúa como un energizante, nos motiva para movernos hacia él. Y recordarlo es especialmente importante para perseverar en momentos difíciles, cuando el camino se pone cuesta arriba.

Tener un propósito no siempre es saludable

Se ha causado mucho daño en nombre de un propósito. Los dictadores más icónicos de la historia tenían propósitos muy claros al momento de cometer los más cruentos crímenes, en el caso de Hitler: “preservar la raza aria”. En un sentido estricto, el propósito hizo lo suyo: le dio un rumbo y lo animó para seguir ante las encrucijadas. Ahora veamos el de la activista medioambiental sueca Greta Thunberg.

“Antes de empezar con las huelgas en el colegio no tenía energía, amigos, no hablaba con nadie. Me sentaba en mi casa sola con mi trastorno de la alimentación. Todo cambió desde que encontré un significado, un propósito, en un mundo que parece superficial y sin sentido para tanta gente”, dice. Concientizar a la sociedad y a los gobiernos sobre el cambio climático se convirtió en su misión.
ambientalismo

Lo similar está a la vista: tener un propósito motivó el accionar de ambas figuras. Pero, ¿por qué no es igual el propósito de Hitler y el de Greta? Según el psicólogo Scott Barry Kaufman la diferencia está en el aspecto moral del propósito y en el nivel de satisfacción de necesidades de cada persona: “Es perfectamente posible elegir un propósito que saque lo peor de ti y de otros/as. Esto sucede porque se busca desesperada e interminablemente cubrir las necesidades no satisfechas de seguridad, pertenencia y/o autoestima. Incluso, tener un propósito moralmente equivocado puede ser la expresión de un deseo explícito de poder, dinero, estatus y control sobre otras personas”.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué características tienen los propósitos saludables? Según este autor, los “buenos” propósitos están motivados por nuestros impulsos de crecimiento más profundos, se encuentran en armonía con la satisfacción de las otras necesidades, se sienten disfrutables y libremente elegidos, y nos ayudan a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos mientras contribuyen positivamente a la sociedad.

Una clave para distinguir un propósito saludable de uno que no lo es: no sólo nos beneficia individualmente sino que está ligado a la intención de dejar una huella positiva en los demás y en el entorno. Dicho de otra manera, ese “para qué” hacemos lo que hacemos, tanto personal como profesionalmente, es noble. En esta línea, Abraham Maslow, uno de los máximos referentes de la psicología humanista, sostiene que las personas autorrealizadas, es decir, aquellas que gozan de altos niveles de madurez y plenitud, tienen propósitos altruistas. “Las personas autorrealizadas sin excepción se comprometen en causas más allá de su propia piel, más allá de sí mismas. Trabajan con devoción en algo que es preciado para ellas”.

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Beneficios científicos de vivir de acuerdo a un propósito

Según estudios impulsados por Victor Strecher, científico del comportamiento y profesor de la Universidad de Michigan, las personas que tienen un propósito claro ligado a valores trascendentales (asociado a mejorar la vida de otras personas y/o seres), gozan de los siguientes beneficios:

Menores probabilidades de sufrir:

  • depresión
  • burnout
  • accidentes cardiovasculares
  • trastornos de sueño
  • enfermedades crónicas

Mayores probabilidades de aumentar:

  • la producción de anticuerpos
  • la longevidad y la calidad de vida
  • el optimismo
  • la resiliencia y la recuperación ante situaciones de estrés
  • la conexión con otras personas
  • la apertura hacia lo diverso
  • la adopción de hábitos saludables

Si tenemos un propósito claro y atractivo orientado a cuidar a los demás suena lógico que adoptemos comportamientos tendientes a cuidar nuestra propia salud: ¡queremos vivir para cumplirlo!

dos adultos mayores

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