Se suele conocer la empatía como la capacidad de “ponernos en el lugar del otr@”, sin embargo, no sólo es necesario ampliar esta definición sino también hacer mención a tres tipos de empatía diferentes.

  • La empatía cognitiva, se refiere a la capacidad de comprender intelectualmente cómo está pensando y sintiendo la otra persona en relación a una situación determinada. De alguna manera, es poder entender cognitivamente -desde un modo mental y analítico- por lo que está atravesando el otro ser humano. Podemos ponernos en sus zapatos y ver las cosas desde su perspectiva.

  • La empatía emocional, implica un nivel más profundo, en el que nos acercamos e involucramos con nuestro sentir, comprendiendo y percibiendo al otr@ en sus emociones, formas de pensar y actuar. Se genera una resonancia neuronal -en la que se activan las neuronas espejo- disponiéndonos a conectar con la experiencia del otr@ como si la estuviéramos viviendo en primera persona.

Hasta acá, observamos que la empatía es una cualidad que nos orienta a comprender y compartir el estado interno de los demás. Esto habilita un espacio de bienestar, en la medida en que auto-regulamos nuestras emociones y nuestro comportamiento, validando el sentir-pensar de los demás y promoviendo así, vínculos sanos.

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  • Es necesario ir más allá y mencionar un tercer tipo de empatía, conocida como la preocupación solidaria –o motivación prosocial-. En el ámbito de mindfulness, es la que llamamos compasión. Según cómo la define el psicólogo inglés Paul Gilbert, fundador de la terapia centrada en la compasión (CFT), es la “sensibilidad al sufrimiento en nosotros mismos y en los demás combinado con el compromiso de aliviarlo y prevenirlo”.

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mujer lleva su mano hacia su pecho, el centro de energia emocional

La compasión implica tomar consciencia primero para luego, conectar con una acción posible en pos de cesar la incomodidad por la que se está atravesando. Esto supone implicarnos con el dolor, en lugar de escapar de él.

La humanidad compartida, otro de los componentes de la compasión, que refiere a que todos los seres humanos, sin excepción, atravesamos experiencias de dolor, es la que nos otorga sostén y contención y nos recuerda que somos seres interconectados en esta experiencia humana. Nos alienta a acercarnos e involucrarnos en lugar de alejarnos y fomentar la separación que es la que justamente nos genera mayor sufrimiento.

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A partir de la práctica de meditaciones generativas, es posible cultivar la compasión con nosotr@s mismos primero, para luego poder ofrecerla a los demás seres sintientes.

Además de las prácticas meditativas, una forma de cultivar la compasión es a partir de realizar actos de generosidad y de dar a otros. Desde implicarnos voluntariamente en un proyecto de impacto social hasta un gesto amable o una sonrisa hacia un desconocido es suficiente -y un acto valiosísimo- para poner en práctica esta actitud altruista, tan necesaria en una sociedad que está sucumbida en el apuro y en la falta de atención y de pequeños actos que son los que pueden hacer la diferencia y cambiar el día de una persona y, de varias más, generando así, sociedades y un mundo más consciente. Más interconectado, menos polarizado.

Y vos, ¿de qué manera estás practicando la compasión en tu vida?

Los acompañamientos individuales que te ofrezco, tienen a la compasión como un valor central, en los que te invito a un espacio seguro, de autoconocimiento y conexión con tu versión más auténtica y real para crear bienestar y plenitud en tu vida:

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