Durante más de 20 años, los pequeños monos habrían sido utilizados en experimentos científicos dentro de las instalaciones del Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas “Norberto Quirno” (CEMIC). Los animales, nacidos y criados en un subsuelo y sin jamás haber visto la luz natural, habrían sido utilizados como modelo experimental en distintas pruebas que se suspendieron hace, al menos, dos años, denuncian grupos de proteccionistas. Pese a eso, siguen enjaulados y aún no hay fecha ni lugar cierto de traslados hacia un espacio natural para que pasen el resto de sus días.

Pocos habitantes del barrio de Saavedra, al pasar frente al hospital de alta complejidad, podrían imaginar que en el subsuelo del edificio viven 66 monos de la especie Cebus Apella –caí o vulgarmente llamado capuchinos– y 8 de la especie Macaca fascicularis, oriunda del sudeste asiático.

Ese bioterio fue inaugurado el 10 de marzo de 1983, en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), como parte del Centro de Investigaciones en Reproducción Humana y Experimental (CIRHR) y “constituyó el lugar de trabajo de científicos y técnicos dedicados a develar los mecanismos que permiten que las especies de animales y los seres humanos se perpetúen más allá de la muerte de sus individuos”, aclaran al ser consultados desde el CONICET, que utilizó las instalaciones para algunas líneas de investigación.

El bioterio funciona en un subsuelo con luz artificial, donde los animales adultos viven en pequeñas jaulas y los más chicos comparten jaulones. Foto:: gentileza Cemic.

“Los últimos trabajos de experimentación se realizaron en 2021. A partir de entonces, no se hizo más nada con ellos”, aclara Teresa Manzur, hoy a cargo del lugar. La decisión de cerrar el bioterio –e intentar trasladar a los primates a algún lugar más afín con su naturaleza que ese espacio de luz artificial, donde los animales adultos viven en pequeñas jaulas y los más chicos comparten jaulones– está tomada.

La decisión de cerrar el bioterio –e intentar trasladar a los primates a algún lugar más afín con su naturaleza que ese espacio de luz artificial, donde los animales adultos viven en pequeñas jaulas y los más chicos comparten jaulones– está tomada, Teresa Manzur.

Una médica que trabajó allí hasta marzo de este año (y que pidió mantener oculta su identidad), le contó a Infobae que el bioterio está “al lado del vestuario de los médicos y que nunca se los escuchó”. “En plena pandemia, cuando estaba todo el hospital vacío, uno estaba al lado del lugar donde están ellos y no se los escuchaba, lo que me hace presuponer que, como suele suceder en los casos en los que se experimentan en animales, les cortaron las cuerdas vocales para que no gritasen cada vez que se les hace algo”, cuenta sobre la situación a la que habrían sido sometidos los monos en el centro ubicado en Galván y Triunvirato, en el barrio de Saavedra.

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Hay 66 monos caí y ocho macacos en las jaulas del CEMIC. Foto: gentileza CEMIC.

Al tomar la decisión de cerrar el bioterio, se empezó a pensar en un destino para los monos. “Hace cinco años vinieron del CEMIC hasta aquí con la intención de trasladarlos. Les ofrecí que los mandaran a todos. Sin embargo, el traslado nunca sucedió. Pero el año pasado consultaron al CONICET y ellos presentaron una propuesta formal para trasladar a todos aquellos que pudieran viajar”, relata Alejandra Juárez, directora de Proyecto Carayá, un santuario en La Cumbre, Córdoba. “Son animales que vivieron toda su vida en una pequeña jaula sin ver la luz del sol. No sabrían autoabastecerse. Los primeros meses serían ubicados en recintos para ir adaptándolos; ya estar al aire libre les mejoraría mucho la vida”, agrega.

“Hace cinco años vinieron del CEMIC hasta aquí con la intención de trasladarlos. Les ofrecí que los mandaran a todos. Sin embargo, el traslado nunca sucedió, Alejandra Juárez.

Juárez ya tiene experiencia en recibir ejemplares provenientes de laboratorios. En marzo de 2009 rescató quince monos caí de Corrientes, que hoy viven en Proyecto Carayá.

“Nos avisaron que un laboratorio biomédico había dejado de usar los monos para hacer experimentaciones y que los sacrificarían a todos. Logramos que nos dieran dos días para ir a buscarlos. Llegamos y vimos una especie de colectivo con todos los monos y sus bebés. Era tremendo. Nunca habían visto la luz del sol, ni estado en contacto con la tierra. Necesitaban adaptación. Muchos venían con la lengua permanentemente afuera pues se les daba agua en cuencos, como a los conejos. Algunos tenían secuelas, como una monita ciega que hoy vive aquí”, recuerda Juárez.

Y continúa: “Los transportamos, los pusimos en recintos y, al tiempo, ellos mismos hicieron un huequito en el alambre –que nosotros no reparamos– y se fueron autoliberando de a poco. Salían y entraban a medida que se iban sintiendo seguros. A pesar de tener un líder, al que apodamos ‘el gordo Valor’, eran muy democráticos; los caí son así. Y se ayudaron mucho entre ellos. Actualmente, los del laboratorio tienen una piedra, con la que amasan las ortigas para poder comerlas sin que les pique”.

Monos caí provenientes de un laboratorio de Corrientes liberados en el santuario Proyecto Carayá. Foto: gentileza Proyecto Carayá.

Al ser consultada acerca del motivo por el que el traslado no se realizó hasta el momento, Manzur, quien viajó a conocer los lugares adonde podrían ser llevados, responde: “Lo estamos organizando, pero tenemos mucho miedo de que se mueran por la anestesia que deberíamos aplicarles para ser trasladados. Hay algunos muy viejitos y no conocen nada, todo los va a asustar. Además, nos retrasó la pandemia y los virus que empezaron a dar vueltas”.

Según explicó una investigadora del CONICET especializada en primates que habrían contactado los encargados del bioterio, el traslado que se pide “no es una decisión que haya tomado el CEMIC”, dijo a TN y confirmó que “en este momento y desde hace dos años, no se hace nada con los animales. A partir de la decisión de cerrar la colonia, se dejaron de utilizar para los proyectos de investigación”. Además, aclaró que el cierre del bioterio fue una resolución del CEMIC, pero “los motivos solo son conocidos por la institución”.

A ello, agregó que la razón por la que la entidad aún no tiene “fecha de traslado ni un lugar específico” se debe a que “desarmar la colonia y reubicar a los animales” es un proceso súper complejo que “implica muchos cuidados, significa que hay que tener extremadas precauciones con cada uno de los pasos que se van a hacer”, dijo.

“Es cierto que van a tardar un tiempo en aprehender, pero mi experiencia con los que trajimos desde Corrientes fue muy buena”, sostiene Juárez. ”Quizás se pueda morir alguno que no aguante el estrés, el viaje, tantas emociones, pero la anestesia no hace falta y puede ser muy peligrosa para los más viejos. Urge sacarlos de allí; de hecho, desde la primera vez que me consultaron murieron algunos allí mismo”, agrega la directora del Proyecto Carayá.

“Es cierto que van a tardar un tiempo en aprehender, pero mi experiencia con los que trajimos desde Corrientes fue muy buena, urge sacarlos de allí», asegura Juárez.

“Hoy hay 32 ejemplares de más de 22 años y podrían vivir hasta los 25 aproximadamente. Nosotros mandamos una carta informando que aceptábamos a todos. Lo único que pedimos fueron los recintos y comida si nos hiciera falta. También propusimos un trabajo de seguimiento con la doctora en primatología Gabriela Bruno”, detalló.

Alejandra Juárez, responsable de Proyecto Carayá, con la mona Fifi, ciega, rescatada de un laboratorio de Corrientes. Foto: Clara de Estrada.

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¿Qué es Proyecto Carayá?

Es un centro especializado desde hace más de 30 años en la recepción de primates provenientes del mascotismo, del tráfico de fauna o de centros de investigación. “Contamos con espacio, profesionales, capacidad y ganas. Somos una organización sin fines de lucro, y es por ello que sería de gran ayuda para mejorar la calidad de vida de los primates que el Cemic se hiciera cargo de la construcción de los refugios. Y sería muy favorable que los machos vinieran con vasectomía y que pudieran colaborar con la comida el tiempo que fuera necesario, pero esto no es un condicionante para recibirlos”, concluyen desde Proyecto Carayá.

El Frente Antiespecista y otras organizaciones se movilizan

“Por lo que investigamos, en este hospital universitario, hasta hace dos años, se estuvieron haciendo experimentos en estas criaturas con el pretexto de estudiar la fertilidad, por las semejanzas biológicas, pero eso fue someterlos a la mayor de las crueldades, esclavitudes y la mayor injusticia. No son más que pequeños animales oprimidos en manos del ser humano, un monstruo para ellos”, dice Cecilia, activista del Frente Antiespecista, uno de los grupos que reclama por la liberación de los primates.

Según cuenta, fueron dejados a su suerte hace dos años “en el primer subsuelo, pero hay una persona que se ocupa de cuidarlas y alimentarlos”.

Pese a eso, debido a los constantes experimentos que tienen encima, los monos no están bien. “Ya se supo que no están en buenas condiciones, más allá de la vida horrible que tuvieron. Por eso decidimos hacer un repudio en ese lugar y pedir que se los traslade, o que dejen que los busquen desde una ONG de Córdoba que puede cuidarlos”, dice la activista en referencia a Proyecto Carayá, quienes se harían cargo del traslado.

“Puede recuperarse en semilibertad, en un entorno completamente diferente al que habitan hoy”, asegura.

Bajo la consigna «CEMIC: liberen a los monos, basta de experimentación», se creó una petición en Change.org Si querés apoyar la liberación y traslado de los monos a un santuario, podés firmar acá.

Una práctica que la humanidad quiere erradicar

Desde que la ciencia moderna inició el método científico, comenzaron a usar distintas especies de animales no humanos en laboratorios para distintos experimentos como el testeo de productos, el uso de animales como modelos de investigación y hasta como herramientas educativas. Dentro de cada una de estas categorías puede haber también propósitos diferentes para los que los someten a pruebas que les implica sufrimientos o crueldades, y hasta les cuesta la vida.

Mientras tanto, los 74 monos esperan en un subsuelo con luz artificial, en pequeñas jaulas. Una vez que sean trasladados, el último bioterio de la Argentina habrá desaparecido y la experimentación con primates en el país formará parte de una historia que ya hoy la humanidad no quiere repetir.